lunes, 5 de febrero de 2007

5 de febrero. Como un dios, lleno de dudas.

Noto en mí dos imágenes antagónicas que se manifiestan claramente, como la noche y el día: en mi vida privada soy un desconocido, tímido y comedido, prudente y discreto; en mi vida profesional de periodista, fui siempre lanzado y audaz, desprecié el miedo e hice siempre lo necesario para cubrir mis objetivos.

Ambas facetas salen de la misma fuente de vida y hasta diría que se complementan. Pero nunca, que yo recuerde, se han encontrado ni se han inmiscuido. Mientras trabajaba en algún medio, cada una ha ido tranquilamente por su lado, sin preocuparse de la otra.

Una tercera, la de escritor, ensayista, poeta y novelista, nació en la clandestinidad, a la sombra de las otras dos y a escondidas de las dos primeras, y se ha ido desarrollando, sobre todo, desde que formé parte del mundo de los parados, asimilando las dos anteriores, entremezcladas, y despuntando sorprendentemente cuando menos lo he esperado.

Algo así como lo que me enseñaban insistentemente los curas en la catequesis durante mi infancia: tres personas distintas y un solo Dios verdadero. Sólo que, en este caso, el dios es un mortal lleno de dudas, intimidado por las personas que lo conforman y que niegan hasta su misma existencia.

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