viernes, 19 de octubre de 2007

19 de octubre. El Dios de unos y de otros.

Representación de Dios en los dólares americanos

George W. Bush, y con él la mayoría de los norteamericanos, están convencidos de que Dios está de su parte. “Que Dios siga bendiciendo América”, dijo el presidente al terminar su discurso el mismo día en que ordenaba iniciar los bombardeos sobre Afganistán. Pero, también los talibanes creían que Dios estaba de su lado. Bin Laden así lo anunció el mismo día ante la televisión: “El Dios omnipotente ha golpeado a América”. Y ambos trataron a su contrincante como si no creyera en el verdadero y único Dios. De manera que cada uno de ellos creía estar en posesión exclusiva de su Dios, es decir de su verdad.

Ese convencimiento de ambos enemigos de que Dios está de su parte es lo único que tienen en común talibanes y americanos. Aunque la Historia nos enseña que Dios, que se deja querer e invocar por todos, por amigos y enemigos, termina siempre aliándose con los más fuertes. Y parece inclinarse más favorablemente por los que cuentan con la fuerza de las armas más destructoras y con el poder del dinero que por la simple razón y el amor. Al menos ese dios tan fácilmente manejable por los más fuertes. Aunque, en teoría, se diga o se crea que, a la larga, podría ayudar más y mejor a los segundos. ¡¿Quién sabe?!

Hay quien cree que, con su astucia y diplomacia, ese Dios se deja querer por todos y permite que los más débiles sucumban ante los más fuertes. Pero lo único cierto es que, de existir, Él nunca se permitiría languidecer con los pusilámines y su nombre prevalecería sobre perdedores natos y enemigo en ciernes. O, dicho en otras palabras, que hay tantos dioses como verdades, sin que ninguno de ellos ni de ellas, se destruya para poder sobrevivir.

Madre mía, a lo que pueden llevar unas divagaciones teocráticas... Porque ¿a dónde lleva esa “Justicia Infinita” de un Bush que no duda en su victoria? Aunque Abu Geith, portavoz de Al Qaeda, no se quedó atrás: “Esta es una batalla decisiva entre la fe y el ateísmo –se atrevió a exclamar el iluminado, que tildaba al enemigo de ateo–, y, con nuestro poder financiero y espiritual, la vamos a ganar”. Cada cual con su Dios y sus armas: Bush y los americanos, que el 11-S sufrieran una derrota sin precedentes, creen ciegamente en su Dios y en su venganza; Bin Laden y los talibanes, en el suyo y en el de millones de súbditos que confían ciegamente en su poder destructor, pese a los 80 años de humillación y desgracia. Ambos, desde la antesala del cielo o del infierno, están prestos a derribar y humillar al enemigo de enfrente, y a condenarlo para siempre. Afortunadamente, ni todos los americanos creen en ese Dios justiciero tan próximo de sus rascacielos y de sus avances tecnológicos, ni todos los musulmanes en el suyo, tan enojado con todo lo que viene de fuera y que termina por aplastar a su adversario.

Eso es lo que suele ocurrir cuando uno se pierde en el relato de los pueblos, unidos a la idea de un Dios que lucha con ellos, y cuyos enemigos son los mismos que los enemigos de Dios. Lo malo es que no somos capaces de aprender de lo que la Historia nos enseña. Y tiene que ser un presidente como el de Irán, Mohamed Jatamí, quien aclare un poco la situación, al asegurar que tanto Estados Unidos como el régimen de los talibanes hablan el mismo idioma de fuerza y arrogancia. ”Uno dice que quien no esté con Norteamérica está con los terroristas; otro cree que cualquiera que no esté de acuerdo con él es su enemigo”. Ambos confían en sus fuerzas y en su Dios para vencer al otro. Y tanto uno como otro atribuyen a Satán el mal provocado por el enemigo.

Curisamente, y sin que sirva de referente, encontramos al Dios yanqui hasta en el dinero estadounidense. En los billetes de un dólar se muestra un dibujo de la representación de Dios. Arriba, se puede leer: “Annuit Coeptis”, que significa: “Nuestra empresa es exitosa”. Y en la parte inferior: “New Wolrd Order”, es decir “Nuevo Orden Mundial”. Lo que no explica muy bien lo ocurrido en Afganistán como en Irak, en donde Bush reconoció una victoria que le ha llevado de cabeza con sus continuos fracasos y pérdida de votos. En cambio, el Dios de los talibanes insiste en que no todo está perdido, que la victoria americana aún no concluido ni está confirmada y, sobre todo, que los yanquies siguen cayendo ahora como moscas. Evidentemente el exclusivismo ético y religioso que atribuye al enemigo todos los males, no sólo no garantiza la paz social sino que es la fuente de todas las batallas y enfrentamientos materiales y morales.

2 comentarios:

Antonio Piera dijo...

Escribes: "Ese convencimiento de ambos enemigos de que Dios está de su parte es lo único que tienen en común talibanes y americanos". ¡Qué más quisiéramos todos, Santiago! Además del convencimiento, tienen en común la metodología (todo vale para destruir al enemigo, la vida de los demás está al servicio de mi lucha, la economía es el motor de la guerra...), la falta absoluta de ética bajo el manto protector del paraguas ideológico de cada uno, la autojustificación en cualquier circunstancia, la falta de respeto por cualquiera que no sea yo o piense como yo... No acabaría.
A mi entender, ambos dos son talibanes del más feroz radicalismo y ambos dos se convierten en los enemigos del avance, del progreso y de la justicia en libertad.

Anónimo dijo...

Amigo Antonio: Agradezco tu puntualización. Naturalmente que el régimen de los talibanes tiene rasgos nefastos comunes con el de los norteamericanos -y la metodología, el feroz radicalismo, su enemistad por la justicia y la libertad de ambos siguen parecidos caminos-, pero en este blog quise fijarme sobre todo en las posturas teocráticas de ambos. Eso fue lo que me hizo decir que es lo único que tienen en común pero, repito, fue desde el punto de vista teocrático.

Santiago Miró