viernes, 22 de febrero de 2008

22 de febrero. Pugna electoral.

La carrera por la Moncloa. De la web "No le veo la gracia. Anómalo Invisible". ( De Público)

Acaba de abrirse oficialmente la campaña electoral. Una campaña que ha sido precedida de otra pre-campaña que se iniciara hace varias semanas. Todo concluirá el 9-M, día de las elecciones, tras la preceptiva jornada de reflexión. Demasiado tiempo de ataques directos de los dos partidos mayoritarios en pos del triunfo definitivo electoral. “Cuando se pide tensión, señor Zapatero –le increpa Rajoy –, se pide dramatismo. Cuando se echa leña al fuego, pasan estas cosas. Tú sólo pides el voto para que no gane el PP. Estás mucho mejor cuando pones cara de víctima que cuando intentas recomendar que haya tensión”. El líder del PP culpa a Zapatero hasta de los ataques perpetrados por universitarios contra Rosa Díez, María San Gil y Dolors Nadal Por su parte, Antonio Hernando, portavoz socialista de Interior, declara que “Rajoy se ha pasado cuatro años crispando, dividiendo y manipulando, y ahora se quiere hacer el bueno, transformándose en la hermanita de la caridad”. Hernando califica de “indigno, intolerable y profundamente mezquino el discurso de Rajoy”.

Son sólo las últimas acusaciones de los dos principales partidos. Acusaciones que forman parte de una propaganda política que tanto se parece a la publicitaria, en el sentido de negar las virtudes del contrincante para resaltar las propias, con un objetivo claro: ganar las elecciones y hacerse con el poder mediante el voto popular. Para ello ya han puesto en marcha la campaña propiamente dicha en la carrera electoral de fondo. Kilómetros de marcha y de discursos. Mítines en los que se hablará de promesas electorales que nunca se cumplirán –los políticos tienen tantas ansias de poder que para alcanzarlo dicen lo que sus posibles votantes desean que digan–. Cada uno recurrirá a alabar al partido propio y a menospreciar al contrincante con estas y otras acusaciones que aún están por llegar. Y todos se presentarán como únicos para ganar limpia y democráticamente.

Demasiadas palabras virulentas y discursos para convencer. Demasiadas promesas. Demasiadas polémicas y discursos grandilocuentes. Cuando bastaría fijarse con las acciones y actuaciones de las que tanto prometen para saber de qué pie cojan y convencerse de que no todos son tan demócratas como pretenden hacernos creer. Ya lo comentaba Gabriel García Márquez: “Tenemos que luchar contra la fosilización del idioma. Palabras como ‘gente’, o ‘democracia’ han perdido su significado original. Cualquiera capaz de organizar unas elecciones se cree demócrata”.

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