lunes, 15 de septiembre de 2008

15 de septiembre. París bien vale una misa.

El Papa Benedicto XVI, recibido por el presidente galo, Nicolás Sarkozy, y su actal mujer, Carla Bruni.

En su visita al Papa en Letrán-Vaticano, el Presidente francés declaraba el pasado mes de diciembre que “la laicidad no debe ser la negación del pasado. No tiene el poder de desgajar a Francia de sus raíces cristianas. Ha tratado de hacerlo pero no debió”. Afirmaba que ese concepto permitiría ver las religiones más como “una ventaja” que “un peligro”. Pretendía así abrir espacios a las religiones en el campo público y político y promover un laicismo más abierto, un “laicismo positivo”, sin tocar el estricto principio de la separación entre Estado e Iglesia. Hoy, en la visita de Benedicto XVI a Francia, Sarkozy le ha ofrecido un horizonte despejado para sus intervenciones y está dispuesto a confirmar una vez más que “París, vaut bien une messe”.

Los tres antecesores de Sarkozy, desde Valéry Giscard d'Estaing, pasando por François Mitterrand hasta Jacques Chirac, hicieron lo mismo en honor de Juan Pablo II. “Pero, a diferencia de sus antecesores –recuerda Le Monde–, Sarkozy tiene una enojosa tendencia a mezclar sus convicciones personales con su papel de protector de la ‘República laica’. Y recomienda un ‘laicismo positivo’, lo que agrada a Benedicto XVI”. Sin embargo, en los siete viajes a Francia, el Papa anterior, Karol Wojtila, no obtuvo ningún resultado semejante. Y aunque hoy las iglesias siguen vacías y el clero está en vías de desaparecer, el Papa Ratzinger, un francófono convencido, ha querido conocer París de cerca, hablar de laicismo positivo y de cultura e impulsar, con la ayuda de Sarkozy, un mensaje católico en el país del símbolo de la laicidad. Por su parte, el presidente francés, pese a estar divorciado en dos ocasiones, ha recibido, junto a su tercera esposa, Carla Bruni, al Papa al pie de la escalinata del avión. Y ha tratado de cambiar la relación del Estado francés con la religión, coincidiendo en la idea papal de la “laicidad positiva”.

No obstante, el calor presidencial por esta visita se ha convertido, fuera de los círculos oficiales, en un recelo por parte de la sociedad. El viernes, día de la llegada papal, unas pancartas desplegadas en los kioscos anunciaban: “Milagro, el Papa apareció en Francia”. Una broma del matutino “Liberación” que saludaba así la venida de Papa. Nadie parece olvidar que el primer artículo de la Constitución de 1959 defiende el principio de la separación de la Iglesia y el Estado, definido como “uno de los pilares de la República”. “Francia –dice el artículo–, es una república indivisible, laica, democrática y social”. Y una ley de 1905 precisa que la república “no reconoce ni financia ningún culto”, aunque concede al ciudadano el derecho a practicar o no una religión.

La religión católica es la primera en porcentaje de creyentes, con 35 millones de personas bautizadas. Francia es una sociedad mixta donde vive una gran comunidad musulmana de cinco millones de fieles y otra comunidad judía. Pero sólo el 4,5 por ciento de los católicos asiste regularmente a misa y el número de nuevos bautizados y de nuevos curas y seminaristas no deja de descender. La visita papal interviene así en un momento en que el catolicismo en Francia está en caída libre. En todo caso, el paso de Benedicto XVI movilizó 9.200 policías y gendarmes, francotiradores, artificieros dotados con equipos que incluyen misiles tierra-aire y aviones caza.

Con semejante dispositivo de seguridad, era difícil que el Papa confirmara el grado de cariño y admiración de los franceses. Al menos, ninguno de los miembros de la organización Fourrure Torture (Pieles Tortura) pudieron llegar hasta él para pedirle su renuncia a utilizar pieles de animales que forman parte de su capa y su gorro rojo, ribeteados con piel de armiño. Tampoco los 500 manifestantes miembros de la asociación “Manda a pasear al Papa”, que se manifestaron el sábado por las calles de París contra la visita de Benedicto XVI, tuvieron posibilidad alguna de que el Papa se enterara de su presencia. Un Papa que, sin embargo, no se quedó sin su misa en París, rodeado de devotos franceses.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Debo reconocer a este individuo, (B-16) como presidente del estado Vaticano,-no queda más remedio,- y esta resignación quizá sea lo reconocible por otros como "positivo" de mi laicidad, ahora bien, como representante de dios en la tierra y todas las monsergas que de ahi de desprenden, no le concederé un sólo minuto. chiflos.