viernes, 30 de enero de 2009

El Papa hace equilibrios sobre el Holocausto.

El Papa acaricia con cierta reserva un cachorro de león durante una audiencia general.

Richard Williamson, el obispo de marras rehabilitado.

Me despierto tarde, una hora y pico de retraso sobre lo previsto. Y me permito contemplar a un Papa equilibrista, caminando sobre un fino alambre, quien, con una mano, rehabilita a Richard Williamson, el obispo inglés negacionista del holocausto judío y, con la otra, hace zalamerías con el Rabinato de Israel. Es un Papa que madruga más que yo y que sabe flirtear con unos y con otros para salvar los muebles. En los últimos días ha aplicado ambos sistemas, cediendo lo necesario para no romper ni con uno ni con otro, dando una de cal y otra de arena, jugando con las palabras y caminando despacio sobre el hilo de metal. Es un papa listo y diplomático que siempre se levanta con el pie derecho porque no tiene otro más a la derecha, al tiempo que se las ingenia para hacer el contrapeso necesario que le permita cierto equilibrio. En eso es todo un maestro.

El Papa Benedicto XVI rehabilitó el sábado pasado a Richard Williamson y a otros tres mitrados de la Hermandad de Pío X, excomulgados hace 20 años, tras ser consagrados por el arzobispo ultraconservador, Marcel Lefebvre sin consentimiento papal. Según varios vaticanistas, el Papa tomó la decisión de levantar la excomunión sin consultar a sus colaboradores internos de la Curia, responsables de las relaciones con la comunidad judía. El director de dicha cofradía, Bernard Fellay, dijo que la rehabilitación se producía ahora porque la hermandad había rezado por él 1.703.000 rosarios. Me dan grima tantos padrenuestros, avemarías y glorias.

Me entero de que el obispo Williamson había comentado en un programa de la televisión sueca disponible en Internet, que, durante la Segunda Guerra Mundial, no murieron seis millones de judíos, sino entre 200.000 y 300.000, y ninguno de ellos en las cámaras de gas. Además de a Williamson, la decisión de Benedicto XVI beneficiaba al suizo, Bernard Fellay, superior de la Fraternidad San Pío X, creada por Lefebvre, al español, Alfonso de Gallareta, y al francés, Tissier de Mallerais. Lefebvre había fundado la comunidad en 1969, en oposición a las reformas del Concilio Vaticano II, particularmente la autorización de celebrar misas en idiomas locales. El obispo lefebvrista que negara el Holocausto, vive en la Argentina desde 2003. Es de origen británico y dirige un seminario que la Fraternidad San Pío X tiene en La Reja, Moreno.

Las afirmaciones de este prelado fueron duramente criticadas por la comunidad judía y calificadas como una “infamia” por Renzo Gattegna, presidente de la Unión de las Comunidades Judías italianas, quien exigió al Vaticano que interviniera y tomara una decisión sobre el lefebvriano. El rabino David Rosen, presidente del Comité Internacional Judío de Cuestiones Interreligiosas, dijo que la Iglesia quedaba así “contaminada”. Para Dieter Graumann, miembro de la junta de la comunidad judía de Francfort y vicepresidente del consejo, se trataba de “un profundo golpe”. Finalmente, el Rabinato de Israel suspendía las relaciones con el Vaticano. Las más alta autoridad religiosa del Estado judío, el rabino Oded Weiner, enviaba una carta al Vaticano en la que expresaba su “dolor y pena” ante la decisión papal. “Será muy difícil –decía la misiva– que el Rabinato de Israel continúe su diálogo con el Vaticano como antes”. Y pedía una disculpa pública como condición para continuar el diálogo. Además, el Rabinato cancelaba un encuentro con el Vaticano, programado entre el 2 y 4 de marzo próximos y se rumoreaba que el Ejecutivo de Olmert estaba a punto de suspender la visita del Papa a Israel para el próximo mes de mayo.

La cosa se ponía tensa y animada para la Curia vaticana. Hasta que Benedicto XVI, horas más tarde, expresaba su “indiscutible solidaridad” con los “hermanos judíos” y advertía que no toleraría denegación alguna del Holocausto, distanciándose de los exabruptos del obispo británico. “Mientras renuevo con afecto la expresión de mi plena e indiscutible solidaridad con nuestros hermanos judíos –decía el Pontífice–, auspicio que la memoria de la Shoah induzca a la humanidad a reflexionar sobre la imprevisible potencia del mal cuando conquista el corazón del hombre”. El Papa, que no mencionaba a Williamson, pedía que “el Holocausto sea una advertencia contra el olvido, la negación y el reduccionismo, porque la violencia hecha contra un solo ser humano es violencia contra todos”. De esta manera, dando una de cal y otra de arena, haciendo contrapeso con sus palabras y sus actos y manteniendo el equilibrio, el Papa expresa su intención de que el diálogo con el Rabinato de Israel pueda continuar. Y las últimas sorpresas se diluyen con las horas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La mafia, la camorra, la cosa nostra,el ku klus klan, los ash ashin, etc, etc, y la iglesia. solo esta ultima ha conseguido convertirse en Estado, manejando el bien y el mal alternativamente. Debe ser combatida y extirpada, -diria en otro tiempo.- Hoy, los dejo por imposibles y me conformo con que no me molesten
chiflos.