martes, 8 de septiembre de 2009

La iglesia prohibe los condones y permite que curas y monjas se emborrachen.


Carteles prohibidos en Fuenteventura.


El Papa, condonado.

Sucedía hace unos días en las localidades de Batancuria y Antigua, en unas fiestas de Fuerteventura, durante la celebración de la Romería de Nuestra Señora de la Peña. La Consejería de Asuntos Sociales había lanzado una campaña para conseguir que los jóvenes que acudían a las fiestas bebiesen de forma moderada y se protegiesen al mantener relaciones sexuales. Una de las actividades consistía en repartir preservativos por la localidad, lo que escandalizó al párroco del pueblo, Higinio Sánchez. “La fiesta es un acto puramente religioso –protestaba éste– y creo que lo que hay que promocionar es el tema religioso. En una fiesta civil, nosotros no vamos repartiendo crucifijos ni estampas”. Y consiguió que se prohibiese repartir condones durante las fiestas. El párroco decía que la gente iba a la romería a “postrarse ante la virgen” y que lo otro era una falta de respeto.

Sin embargo, el alcalde de Betancuria reconocía que las fiestas, además del componente religioso, conllevaban uno lúdico. Por eso consideraba que la Iglesia no debería estar ofendida por esta iniciativa. La Consejería le apoyaba con el siguiente mensaje: “Esta campaña, que se ha hecho todos los años, ha sido una decisión consensuada entre distintos organismos”. Sin embargo, el Cabildo de Fuerteventura, cuyo presidente, de Coalición Canaria, gobierna en pacto con el PP, decidió cancelar la campaña en la que aparecían carteles con un chico bebiendo agua y otro con un preservativo en la mano, además de prohibir el reparto de profilácticos durante las fiestas.

La intolerancia de la Iglesia en estas cuestiones contrasta con la permisividad de la misma hacia los estragos de las bebidas alcohólicas. No faltan los ejemplos ofrecidos por miembros de la iglesia. La hermana Lauren Hanley, de 68 años, una monja de Nueva York, era detenida el miércoles pasado por conducir ebria tras emborracharse en una iglesia y estrellarse contra un árbol al intentar esquivar a un grupo de niños que jugaba en la calle. La monja fue puesta en libertad después de reconocer que se emborrachó mientras estaba en la iglesia y que condujo bebida. Las autoridades detallaron que la hermana tenía una botella de una bebida alcohólica en el automóvil cuando se estrellaba. La monja fue acusada de conducir en estado de embriaguez.

Según las autoridades, Hanley comenzó a beber ginebra en la iglesia San Frances de Chantal, mientras realizaba su trabajo como directora espiritual. El alcoholímetro indicaba que tenía 0,18 grados de alcohol, más del doble de lo permitido por ley, de 0,08 grados. Condujo de forma errática y estuvo cerca de atropellar a dos niños de diez y catorce años que jugaban frente a su hogar, después de lo cual continuó conduciendo en zig-zag, golpeando algunos vehículos estacionados en la calle, hasta que chocó contra un árbol. Rosa Rodríguez, una feligresa de la iglesia, considera que la justicia no debe hacer una excepción con Hanley por ser monja “porque está poniendo en peligro su vida así como la de cualquier otra persona en la calle”.

Otro caso más próximo a nosotros es el ocurrido a un sacerdote italiano que conducía el pasado 28 de junio en la autopista entre Milán y Turín. Los carabinieri le detuvieron y comprobaron que registraba una tasa de alcohol muy superior a la permitida, por lo que le retiraron el carnet de conducir. El cura aseguró que él en realidad era abstemio, pero no ocultó que aquel día había celebrado cuatro misas. En este caso, el milagro de transubstanciación no sirvió para nada ante los carabinieri que le multaron como a un automovilista más, infractor de las normas de conducción.

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