miércoles, 21 de marzo de 2012

Sarkozy sigue insultando cuando las preguntas o el gesto no le gustan.


El presidente francés, Nicolás Sarkozy, a cinco semanas para la primera vuelta de los comicios, menospreció a Laurent Desbonnets, un joven periodista profesional del canal TF1, por el hecho “incalificable” de haberle preguntado algo que no le gustó: ¿por qué la Policía había utilizado gas lacrimógeno para dispersar una manifestación de sindicalistas y trabajadores de Arcelor Mittal que trataban de bloquear un mitin en París? El “educado” Nicolás le llamó imbécil. Claro que, inmediatamente, al darse cuenta de que se había pasado, Sarkozy se hizo el simpático, asegurando que era comprensible que le hicieran una pregunta tan “tonta” porque era “joven”, aunque “simpático”. Lejos de ofenderse o enfrentarse al malhumorado Sarkozy, el joven periodista entró en el juego de su presidente, y la cosa no pasó a mayores.

No es esta la primera vez que Nicolás Narkozy utiliza estas formas poco elegantes e incuso insultantes cuando se encuentra se topa con alguien que se enfrenta a él. Hace relativamente poco, durante la primera visita de Nicolas Sarkozy a Madrid, después de la investidura de Mariano Rajoy, el presidente francés se enzarzó con otro periodista que le pregunto qué pensaba sobre la rebaja de calificación de la deuda soberana de Francia que Standard & Poor's había anunciado el viernes anterior y que provocó que el país galo perdiera su triple A. Sarkozy contestó que estaba claro que el periodista no había oído las últimas noticias y que, si no tenía nada que preguntar sobre las nuevas, él no sabía responder a la pregunta. Otra agencia de rating, Moody's, acababa de anunciar que ellos no quitarían a Francia la triple A y Sarkozy jugó con ese dato para evitar las críticas tratando de ridiculizar al periodista.

Pero, la salida de tono por excelencia del Sarkozy no fue con un periodista, sino con un ciudadano, al parecer, un campesino. Sucedió en la inauguración del Salón de Agricultura, una feria de ganado celebrada en febrero de 2008, cuando el presidente se metió en medio de la multitud, saludando con un “buenos días” y tendiendo la mano a todo el que se encontraba a su paso. Alguien, sin embargo, se negó a dársela, diciéndole: “No me toques, que me ensucias”. Sin cambiar para nada su gesto, Sarkozy le replicó: “Lárgate, entonces, pobre gilipollas”. Y continuó estrechando manos y saludando a la gente.





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