viernes, 29 de noviembre de 2013

Rafael Chirbes: “En Valencia, han hecho desaparecer las señas de identidad de un pueblo”.

 
Rafael Chirbes, escritor y crítico literario español, ganador del Premio Nacional de la Crítica 2007, es entrevistado por Ángel Ferrero, miembro del comité de redacción de “Sin Permiso”, sobre su última novela, “En la orilla”. Chirbes habla, en cierto momento, sobre el trigésimo aniversario de la muerte de Josep Renal, en Berlín oriental, Ferrero le pregunta: ¿por qué crees que este país trata tan mal a sus mejores artistas y escritores (entre los que te incluyo)? Chirbes le contesta:

“Si al decir país te refieres a Valencia, te diré que yo me siento tratado de la mejor manera posible: no se acuerdan de mí ni para bien ni para mal. Me parecería terrible que decidieran que soy un querido hijo al que hay que darle de mamar y, si te descuidas, hasta metérselo en la cama. Aquí, en Valencia, como en cualquiera de los otros sitios en que he vivido, sólo pido que me dejen en paz, y que Dios me dé salud y los hombres no me quiten la seguridad social. En cualquier caso, es cierto que la valenciana es una comunidad muy rara, además de cainita (que eso lo son todas) está –y ésa es su especificidad–  llena de un furioso auto-odio. Aquí, la derecha berrea porque alguien le quiere poner una calle a un sabio tan razonable como –por ejemplo- Enric Valor, o nombrarlo hijo predilecto, mientras la sedicente izquierda se tira de los pelos porque Zubin Mehta ha hecho la mejor orquesta de España en el Palau y no saben cómo cargársela (ahora se encuentran felices porque se la están cargando los recortes). Eso sí, presumen de que han oído a Mozart en Salzburgo, a Wagner en Bayreuth y a Woody Allen en Nueva York. Si quieres, te lo digo; un país de pena, por no decir algo peor. Yo, egoístamente, procuro mantenerme en la estratosfera de este país, o, como te decía, en la tripita del buey, que es mi casa, pero a veces me irrito mucho. No lo puedo remediar. Sobre todo, cuando está en juego lo que se llama el patrimonio artístico. Por ejemplo, el otro día me alegré porque leí que, por fin, van a restaurar la iglesia de San Nicolás de Valencia, que es una maravilla, y cuyas pinturas están deshaciéndose. Pues si lo digo -que ya lo he dicho-, verás cómo sale algún camarada riñéndome porque eso es patrimonio eclesiástico y la pasta la pone la mujer de Juan Roig, y hay gente que pasa hambre. ¿Cómo explicarle al camarada lo bueno que es para un territorio, para una ciudad que haya empresarios que restauren frescos y hagan donaciones a museos  y monten escuelas de idiomas y de violín en vez de gastarse la pasta en cochazos de lujo, coca, bolas chinas y brillantes gordos para sus queridas?

“Mientras hablo contigo –sigue explicando Rafael Chirbes a Ángel Ferrero–, me entero de que la pandilla de indeseables que gobierna la Comunidad Valenciana acaba de dar un paso decisivo en su experiencia de ingeniería social, privándonos de las únicas emisoras de radio y televisión que hablan la lengua propia de este pueblo y que recogen todo el complejo entramado cultural de esta tierra y lo hacen visible y audible. Se trata de un acto que podríamos calificar de genocidio cultural, para el que no les importa dinamitar su propio aparato de propaganda: llevan a cabo su fechoría, un golpe de estado contra el país (incluso contra sus propios votantes, que son los primeros consumidores de esos canales y emisoras que han manipulado hasta el asco), tras haber arrasado el territorio con sus planes urbanísticos, con su desidia (el año pasado se quemaron sesenta mil hectáreas de bosque), y haberse fundido los ahorros de la población (incluida una burguesía que no sé cómo los soporta). Han liquidado la banca valenciana, el paro roza el treinta por ciento… El experimento de hacer desaparecer las señas de identidad de un pueblo se lleva a cabo aquí en Valencia, porque es el eslabón más débil entre las comunidades que tienen idioma y cultura propios. El próximo caído –si pueden– será Galicia. Esta comunidad, sin un sistema público de comunicaciones, desaparece del mapa. Lo del cierre de la radio y la televisión valencianas para mí ha sido la gota que ha colmado el vaso. La lengua y la cultura propias era lo único que les faltaba por arrasar en la política de exterminio de estos chulos encorbatados. Deseo con todas mis fuerzas ver a estos tipos rodando envueltos en llamas hasta lo más hondo del infierno y quiero contribuir a que su caída se produzca cuanto antes. Me consuela que, en esta ocasión, parece que, por primera vez, hay cierto movimiento de respuesta en la sociedad civil, al margen de los enredos de los partidos. Imagino que no durará mucho: contaminarán el movimiento, lo devaluarán y, si te descuidas, dentro de año y medio, cuando lleguen las siguientes elecciones, todo se habrá olvidado. Eso es lo que calcula esta banda destructiva que nos gobierna”.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Elena Poniatowska, la “princesa roja”.


Hace nueve días, la escritora y periodista mexicana Elena Poniatowska, nacida en París en 1932, era galardonada con el Premio Cervantes, el más importante de las letras hispanas, por su “brillante” trayectoria literaria y una dedicación “ejemplar” al periodismo siempre desde un “firme compromiso con la historia contemporánea”. Poniatowska es autora de más de 40 libros (ensayos, cuentos y testimonios traducidos a más de 20 idiomas) y se ha convertido en la cuarta mujer que gana el Premio Cervantes, después de las españolas María Zambrano (1988) y Ana María Matute (2010), y de la cubana Dulce María Loynaz (1992). Autora de obras emblemáticas que describen el siglo XX desde una proyección internacional e integradora, Poniatowska constituye, según el jurado, “una de las voces más poderosas de la literatura en español en estos días”.

El Premio Cervantes, considerado el Nobel español y creado en 1975 por el Ministerio de Cultura –remunerado con 125.000 euros–, reconoce la figura de un escritor que, con el conjunto de su obra, haya contribuido a enriquecer el legado literario hispano. José Manuel Caballero Bonald destaca el compromiso de la escritora con la realidad histórica mexicana, así como su indagación en la lengua. Defensora de causas sociales que vive en México desde 1942, Poniatowska ha visto recompensada su trayectoria con múltiples galardones, entre ellos el Nacional de Periodismo de México (fue la primera mujer que lo obtuvo), el Mazatlán de Literatura, el Alfaguara de novela, el Nacional de Ciencias y Artes, el Rómulo Gallegos y el Biblioteca Breve. Es hija de la mexicana Paula Amor y del descendiente del último rey de Polonia, el príncipe Jean E. Poniatowski, por lo que su familia paterna la bautizó como La princesa roja.

Tras una formación inicial en lengua inglesa y castellana, en 1949 fue enviada a estudiar en un internado religioso de EEUU y, al regresar a México en 1953, comenzó a trabajar en el periódico Excélsior, donde. a través de una entrevista diaria. retrató la realidad de su país en los años cincuenta. A partir de 1954, publica su primer libro, Lilus Kikus, y alterna su trabajo periodístico con su creación de ficción. En 1959, entrevista a Guillermo Haro, astrofísico mexicano, y, nueve años después, se casa con él. Es el momento en que  se produce la masacre contra el movimiento estudiantil en la Plaza de las Tres Culturas de México, registrada el 2 de octubre de 1968, del que escribe La noche de Tlatelolco: testimonios de historia oral, con el que gana el premio literario Xavier Villaurrutia, galardón que rechaza.

Poniatowska ha cultivado casi todos los géneros –reportajes, crónicas, ensayos, novelas, testimonios…–, combinando el periodismo y la literatura y jalonando su carrera de innumerables premios de prestigio. Asimismo, es distinguida con el doctorado honoris causa por varias universidades. En 2007, el gobierno de la Ciudad de México instaura el Premio Iberoamericano de novela que lleva su nombre, en reconocimiento a “su ambición literaria, la subversión y el talento infinito de esta gran dama de las letras”, a la que muchos consideran ya “un clásico vivo”.

Se trata de una de las escritoras más comprometidas de la izquierda intelectual latinoamericana. Su voracidad periodística la coloca muy cerca de personajes que ella abraza, desde el presidente venezolano, Hugo Chávez, hasta el Subcomandante Marcos. Hay quien insiste en que Elena Poniatowska es más una magnífica cronista y periodista que una novelista de pura raza. El veredicto del Premio Cervantes hace un énfasis especial en su periodismo como parte de la obra reconocida. Según Christopher Domínguez, Poniatowska posee en ficción un grupo de “buenas obras” mal escritas, que se apagan por “el maniqueísmo metodológico de quien asume la pureza del alma proletaria”. Y su “simpleza de alma, ese buen corazón suyo errático y valiente que la rige y luego la salva de la obcecación impuesta por su estalinismo mental” la conduce en muchas ocasiones, según este crítico de la revista Letras Libres, a la novela social, a la manera decimonónica. Otros, como los miembros del Premio Cervantes, consideran su obra como merecedora de este galardón.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

"El príncipe cobarde".

 
 
Así titula Aníbal Malvar este artículo que sigue y que, la semana pasada, fue publicado por Público.es en su sección “Rosas y Espinas”. El escrito sigue así:

“Alucinados quedáronse unos amigos franceses el pasado lunes cuando, oh là là, contemplaron en su Canal + un reportaje titulado Le crépuscule d´un roi (el crepúsculo de un rey, como resulta obvio). Aclarar que el crepuscular protagonista del reportaje era el rey nuestro, un tal Juan Carlos. Los motivos de los hélas, los mon dieu o los ça alors! de mis gabachos no eran por el caso Urdangarín, ni por los elefantes abatidos, ni por las Corinnas, ni por esas gaitas conocidas de que Juan Carlos es el heredero de Franco y juró los principios del Movimiento un día de dictadura. Todo eso ya lo sabían los franceses, que saben más de nuestros delincuentes y de nuestros poetas que de los suyos. El motivo de la estupefacción de los franceses es cómo puede ser tan paleto, tan fascista o tan infantiloide nuestro príncipe Felipe como para mandar a unos guripas a evitar que una periodista francesa le preguntara sobre Urdangarín.

“La reportera francesa le preguntó al príncipe si sabía algo de los negocios de Urdangarín. Varios guardaespaldas, uno muy fuerte muy calvo y muy serio, rodearon inmediatamente a la reportera y la alejaron del príncipe un par de pares de metros. A empujones.

- Momment de panique -dice la reportera francesa en directo.

“En dicho documental, que por su falta de interés no creo que jamás emita la televisión española, se ve a los guardaespaldas del príncipe apartar a lo lejos a la reportera, que protesta su secuestro diciendo que solo estaba haciendo una pregunta. El guardaespaldas muy fuerte muy calvo y muy serio le echa el aliento a la reportera francesa desde arriba. Discuten. Finalmente, el guardaespaldas muy fuerte muy calvo y muy serio, grita:

-La Constitución lo dice. No se le pueden hacer preguntas a los miembros de la Casa Real -o algo así.

- Eso no lo dice la Constitución -responde la reportera quizá con algo de razón.

Malvar termina con la siguiente conclusión: “Una de estas tres cosas es este príncipe, a la vista de los citados hechos: paleto, fascista o infantiloide. Paleto si se cree que por vetar aquí un documental de la televisión francesa no nos vamos a enterar en España. Fascista si está de acuerdo con el discutible hecho de que la Constitución impida a una periodista, aunque sea francesa, hacer una pregunta a su Alteza Real. O infantiloide si los guardaespaldas lo protegen para que no diga nada, haga nada, o piense nada que se pueda salir del recto escribir de nuestra impecable monarquía. Que el niño aun no ha cumplido los cincuenta años, y no se sabe manejar.

“Mis amigos decían oh là là, y mon dieu, y ça alors, viendo cómo guardaespaldas impedían a una periodista hacerle una inocente pregunta a un triste príncipe. Quizá los franceses dicen muchas tonterías. Pero nosotros no decimos nada”.

martes, 26 de noviembre de 2013

El DRAE quiere cambiar, al fin, sus definiciones sexistas.


 
El DRAE (Diccionario de la Real Academia Española), como un viejo elefante que se mueve lentamente, piensa, al fin, adaptarse a los nuevos tiempos en lo que atañe al sexo. Pero no lo suficiente, como se ve en su aversión tradicional por aceptar en su seno a las mujeres. Sólo siete mujeres, frente a más de 1.000 hombres, se han sentado en uno de los 46 sillones de los que consta desde su fundación en 1713. La primera, fallecida, fue Carmen Conde, que ingresó en 1989. Le siguieron: Elena Quiroga, que también murió, en 1983; Ana María Matute, en 1996; la historiadora, Carmen Iglesias, en 2001; la científica, Margarita Salas, en 2002; la filóloga, Inés Fernández Ordóñez, en 2008; la escritora, Soledad Puértolas; la filóloga, Aurora Egido y la escritora, Carme Riera, en 2013. Sólo nueve mujeres en tres siglos. Algo insólito en estos tiempos, en que la mujer ha alcanzado, o está a punto de alcanzar, su igualdad con el hombre en todos los tramos del poder. “Lo que sucedió en el pasado es comprensible –decía Puértolas en 1910– pero ¿cómo se explica la apabullante inferioridad numérica de mujeres?
 
“Se trata –dice el académico Pedro Álvarez de Miranda, al referirse a la edición de 2014 que tendrá miles de novedades– de que el Diccionario sea mejor, no menos machista sino de que lo que diga sea verdad. Parece que sólo actuamos a instancias de parte y no es así… No se cambia por protestas sino porque no es verdad. Lo que no se puede pretender es cambiar la realidad a través del Diccionario. Si la sociedad es machista, el Diccionario lo reflejará. Cuando cambia la sociedad, cambia el Diccionario”. Darío Villanueva, miembro de la RAE, sostiene que “nunca se podrá prescindir de palabras ofensivas si aún se usan”, en referencia a los términos “injustos” o “arbitrarios” contra las mujeres. “Se depuran continuamente las definiciones en todo aquello que puede ser ofensivo con el modo en el que se dice”, pero el diccionario de la RAE nunca podrá “suprimir” palabras, “simplemente porque esas palabras se usan”. Según argumenta, eliminar ciertas palabras porque son “injustas” supondría el “final del diccionario”, ya que comenzaría una espiral “que no tendría fin”. No obstante, matiza que el hecho de que aparezcan no significa que se promueva la violencia y subraya que “se están depurando” todo lo que se puede. En cambio, Eulalia Lledó, una catedrática de Lengua y Literatura de secundaria que lleva años investigando los sesgos en el lenguaje, considera que la casa es refractaria a incorporar usos lingüísticos que estén en la calle. “El DRAE está a años luz de la sociedad. Arrastra una inercia que parece que le gusta. Una de las misiones del Diccionario es reflejar la realidad. Si lees las definiciones de madre, padre o huérfano verás que no la reflejan. El androcentrismo y el centrismo son tópicos que contravienen la realidad”.
 
En efecto, algunas de sus definiciones más machistas tienen que cambiar. Ya no será más huérfano quien pierda a padre que a la madre. Lo femenino no se asemejará a débil o endeble, ni lo masculino a varonil y enérgico. Gozar ya no equivaldrá sólo a quien conoce carnalmente a una mujer que figuraba en la versión de 1780 (“gozar de una muger: tener congreso carnal con ella, consintiendo ella o padeciendo violencia) y luego desapareció. Tampoco babosear tendrá entre sus variantes definiciones la de “obsequiar a mujer con exceso”. Y se incorporarán enmiendas en los nombres de profesiones a actividades que desempeñan mujeres como alfarero, ra, camillero, ra, cerrajero, ra, enterrador, ra, herrero, ra, picapedrero, ra, costaleros, ra, o soldador, ra. Otras palabras como concertino, submarinista o guardabosques, tendrán doble género.

Hace casi dos meses, la Federación de Mujeres Progresistas, la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas y la Fundación Mujeres, exigieron a la Real Academia de la Lengua Española que se desmarcase del anuncio difundido con motivo de su aniversario porque, en su opinión, el contenido era “sexista y discriminatorio hacia la mujer”. Las firmantes se referían al spot encargado por la Academia de Publicidad en el tercer centenario de la RAE, en el que, aprovechando el lema de la institución, “Limpia, fija y da esplendor”, se parodiaba un anuncio de detergente con una mujer analfabeta que ordenaba a su hijo que recogiera un frasco de mermelada derramado en el suelo antes de que llegase su padre y lo viera. La RAE, denunciaron entonces, “no se caracteriza por promover la igualdad en su propio organismo” A juicio de las organizaciones de mujeres, el anuncio “presenta a la mujer como la responsable de las tareas de limpieza de la casa, lo que reproduce los estereotipos que siguen fomentando la desigualdad entre hombres y mujeres” y, por ello, solicitaban a la RAE que se pronuncie al respecto “y se posicione en el camino hacia la igualdad”.
 
Esperamos que al fin, la RAE reconozca con todas las consecuencias, el género femenino y deje de hacer definitivamente uso del lenguaje sexista, iguale el número de candidatos y candidatas y que alguna vez, no muy tarde, la próxima directora sea una mujer.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Rajoy, tras su primer bienio en el Gobierno.



Dos años después de subir al poder, Mariano Rajoy, con sus 186 diputados, ha defraudado a un buen número de sus propios seguidores que se han pasado a otro bando o han dejado de creer en él. Nunca tuvo un Gobierno tanto poder en sus manos para cambiar el país de arriba abajo, transformándolo completamente para bien y no para mal. Pero hélas, la corrupción, lejos de desaparecer, ha crecido y el presidente Rajoy, y con él la derecha política española, ha vuelto así a perder la ocasión de regenerar la economía y la política. “A pesar de los síntomas de recuperación que apuntan algunas variables –escribe Jesús Cacho en ‘Dos años de Gobierno Rajoy: de la esperanza a la resignación’, en Vozpópuli–, el gran ajuste se ha quedado a medio camino, está a medio hacer, y pocas esperanzas caben ya de que este Ejecutivo sea capaz de completar la tarea, metido como va a estar casi de inmediato en justas electorales… Los mismos nubarrones se ciernen sobre la reforma del sistema financiero. Si el éxito de la misma había que medirlo por la vuelta del dinero a los canales del crédito, entonces el resultado, al menos de momento, ha sido un fiasco. Y, sin crédito, con alta presión fiscal y con 6 millones de parados se hace difícil imaginar una recuperación del consumo privado, y por ende, de la economía. Los dos años de legislatura apuntan ya a un ganador claro: la gran banca... En un país con una democracia tan débil como la española, la crisis se ha traducido en una concentración de poder desmesurada, sin igual en nuestra historia reciente, en manos de un ramillete de banqueros y grandes empresarios (por no hablar de los lobbys y su influencia sobre los reguladores) que cuentan con capacidad sobrada para modular, cuando no frustrar, todo intento reformista, liberalizador e incentivador de la competencia, todo lo cual se subsume en una pérdida todavía mayor de calidad democrática… El programa con el que el PP concurrió a las generales de 2011 decía que ‘Promoveremos la reforma del sistema de elección de los vocales del CGPJ, para que, conforme a la Constitución, doce de sus veinte miembros sean elegidos de entre y por los jueces y magistrados de todas las categorías’. Un loable intento de volver a la división de poderes, vigorizar la justicia y recuperar el crédito de los ciudadanos. El propio Mariano así lo expresó en su discurso de investidura. Tras lo ocurrido, está claro que los electores han sido burlados de nuevo. Vuelve el PP do solía, haciendo lo contrario de lo prometido, sin que quepa esta vez la disculpa del ‘déficit público que no esperábamos¡. Con la Justicia en manos de los políticos y los medios de comunicación –todos quebrados– en manos de los bancos, hablar de democracia en España no pasa de ser una broma”.


Manifestaciones contra “el Gobierno ilegítimo de Rajoy”.


Multitudinarias manifestaciones recorrieron este fin de semana las calles de 55 ciudades españolas, convocadas por la Cumbre Social contra el “Gobierno Ilegítimo” de Mariano Rajoy y sus “políticas autoritarias contra los ciudadanos”. Trabajadores de la sanidad, la educación, servicios sociales, la limpieza, sindicatos, representantes políticos y ciudadanos, salieron a las calles “contra las mentiras del Gobierno y sus recortes”. En Madrid, las manifestaciones contra el primer bienio de Rajoy fueron encabezadas por trabajadores, seguidas, en segundo plano, por Cándido Méndez, Ignacio Fernández Toxo y Julio Salazar, los secretarios generales de los sindicatos UGT, CCOO y USO, y de representantes políticos. La portavoz del PSOE en el Congreso, Soraya Rodríguez, alertó de la nueva “vuelta de tuerca” en las políticas de recortes del Gobierno, concretamente con una nueva reforma laboral que, en su opinión, podría plasmarse en despidos más baratos y en la reducción de las prestaciones de desempleo. Cayo Lara, coordinador general de IU, afirmó que su partido no consentirá “ni en silencio, ni pasivamente” un “golpe de Estado” de “la troika (CE, BCE y FMI), la banca, el poder financiero y el Gobierno” a los “derechos laborales”. Numerosas pancartas repetían: “¿Sin luchar, qué tendrás?”, “Salvan bancos. Cierran hospitales”, “La banca culpable” o “Reconquistemos nuestros derechos”.  Miles de personas denunciaron que el “Gobierno ilegítimo” de Mariano Rajoy lleva dos años aplicando “políticas autoritarias contra los ciudadanos”. Al final de la marcha, dos representantes del mundo de la cultura leyeron un manifiesto elaborado de forma conjunta por la Cumbre Social y Marea Ciudadana, que concluía: “No somos una mayoría silenciosa. Emplea tu fuerza, defendamos lo público, defendamos las pensiones, defendamos a las personas, reclamamos nuestros derechos fundamentales: salud, educación, pensiones, trabajo y vivienda. Sí podemos”. Las organizaciones convocantes quisieron mostrar que la ciudadanía puede unirse, dejando a un lado intereses particulares, para denunciar el desmantelamiento de los pilares del Estado del Bienestar que, a su juicio, está llevando a cabo el PP desde que ganó las elecciones el 20 de noviembre de 2011.

La presidenta de la AVT, Ángeles Pedraza, durante la lectura del manifiesto en la concentración de Madrid convocada por su organización.
Pero, no sólo la izquierda impugna fuertemente a Rajoy. También el ala ultra del PP y las víctimas de ETA buscaron forjar un cambio en la estrategia antiterrorista del Gobierno. A finales de octubre, miles de personas se concentraron en Madrid para pedir justicia para las víctimas del terrorismo, algunos de ellos al grito de “ETA culpable, Gobierno responsable”. La Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) y el ala ultra del PP se concentran en la plaza de Colón, bajo el lema “Justicia para un final con vencedores y vencidos”, en protesta por la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) que anuló la doctrina Parot. La  presidenta de la AVT, Ángeles Pedraza, espera que existan resquicios legales para que los “asesinos” no salgan tan rápidamente de la cárcel como la etarra, Inés del Río. “Estoy aquí  –declaraba el padre de Marta del Castillo– porque todos nos sentimos víctimas del terrorismo y porque, con la decisión de Estrasburgo, muchos violadores y asesinos se van a beneficiar de ello”. Ataviados, algunos, con banderas pre-constitucionales, los manifestantes gritaron “a los terroristas, nunca libertad. Las víctimas no quieren venganza, las víctimas quieren justicia”. Un grupo numeroso entonó un cántico contra Rajoy, aunque con poco éxito de seguimiento. “Siento rabia porque todo lo que está ocurriendo huele a negociación con ETA. Queremos una justicia con vencedores y vencidos”, reclamó una víctima que subió al escenario. “La terrorista Inés del Río puso una bomba para matarme a mí y a mis compañeros –se preguntó Enrique González, sargento de la Guardia Civil– y ahora tengo que ver cómo sale a la calle por sus derechos. ¿Y dónde están los míos?”. En la misma línea se pronunció Alfonso Sánchez, también guardia civil: “Inés del Río intentó matarme en la Plaza de la República Argentina. Los políticos que no están aquí me han traicionado”. Y Ángeles Pedraza, portavoz de la AVT, pidió que “el clamor” de la manifestación llegue a Estrasburgo. “Se quieren reír de nosotros y de nuestro dolor. No estamos dispuestos a pasar página ni a blanquear la trayectoria de aquellos que han cometido crímenes detrás de un proyecto político totalitario. Seguiremos aquí hasta que los terroristas sean derrotados de forma total. Queremos un final con vencedores y vencidos. No es rencor lo que tenemos, es justicia lo que queremos”.

 
Raúl del Pozo, periodista de El Mundo, escribía el pasado viernes sobre el segundo año triunfal de Rajoy y recordaba que Luis Bárcenas está esperando a las próximas elecciones para soltar la artillería. Del Pozo hace balance de su bienio en clave de Aznar, analizando la tortuosa relación entre expresidente y sucesor. Compara a ambos líderes, basándose en las palabras del sector cercano a Aznar, que asegura que el expresidente “sería un chulo del barrio de Salamanca, pero era fiable”, mientras que Rajoy “genera adhesiones sólo por miedo”. Recuerda que Rajoy mantiene unido al PP con el Gobierno “con dos institutrices de grillete [Sáenz de Santamaría y Cospedal] y ni siquiera le inquieta ya la fracción aznarita”. Sin embargo, asegura que el ala dura del PP cree que “a Aznar no se le pasa por la cabeza montar un partido como a Suárez, que será fiel hasta el final”. Tampoco cree Del Pozo que “Zaplana, Acebes, Cayetana, Lucas, Trillo, Piqué, Sanz, Herrera, Valcárcel, Michavila y otros, organicen conjura alguna, pero algunos de ellos suelen comentar que Mariano odia el conflicto pereza”. Asegura el  periodista que a Rajoy, “en el caso de la relación con Aznar, le ha faltado elegancia y le ha sobrado desdén”. Señala: “Hace dos años, el PP arrasaba; ahora, se ha dejado en la lona un tercio de aquella mayoría que asombró a Europa”. Y remacha, con contundencia: “El partido sigue a Mariano, pero la gente va dejando de seguirle”.

José Miguel Monzón (más conocido como El Gran Wyoming) presentaba la semana pasada el libro “No estamos locos” en el que realiza un repaso a la historia más reciente de nuestro país. El humorista y conductor de El Intermedio (La Sexta) zarandea las conciencias de los ciudadanos, desenmascara a la derecha española y explica que buena parte de los problemas de hoy en día tienen su origen en la Guerra Civil. “La derecha de este país –dice el humorista– cree que uno es de extrema izquierda, de Herri Batasuna o proetarra, si simplemente hace memoria. Pero, este libro no es un acto de venganza. Simplemente, es un libro que nos cuenta por qué esta crisis ha provocado tamaño caos, desorden y un cambio de sistema en España”. Sus  principales protagonistas son “una serie de gente que lo que quiere no es arreglar la crisis, sino utilizar la crisis para cambiar el sistema”. Tanto es así que El Gran Wyoming no tiene reparos a la hora de calificar como los “verdaderos antisistema” a los gobernantes que “se meten en el sistema para destruirlo” y no a las personas que superados por los acontecimientos “calzan rastas y rompen una papelera”. El autor de este libro asegura que es necesario olvidar el “maldito rencor cainita” de la derecha española. Como ejemplo, Wyoming recuerda que “cuando ganó las elecciones, lo primero que hizo el alcalde de Sevilla del Partido Popular fue quitar una calle a Pilar Bardem de la periferia. Ese es el maldito rencor cainita que nos asiste, mientras todavía hay calles dedicadas a los genocidas”. En su opinión, está claro que los vencedores de la guerra “no quieren ver ni un brote rojo todavía. Porque ellos saben que el mal se transmite genéticamente: de comunista a comunista y de roja a roja. Por ello, quieren exterminar el germen rojo”. El Gran Wyoming recuerda que “la solución empieza por uno mismo”, por lo que resalta la necesidad de que todos los ciudadanos sean conscientes de que el Gobierno “no lo hacen mal. Lo hace muy bien. Porque su gestión consiste en que ellos mismos se forren. Eso es exactamente lo que quieren hacer. Y mientras tanto, el ciudadano queda en la puñetera calle. Les importamos un carajo”.
En nuestra sección de fotomontajes recordamos la evidencia de que España no sigue siendo un país europeo. Y menos aún si lo comparamos con Gran Bretaña, al menos cuando comparamos las monarquías respectivas, por mucho que los medios de comunicación se empeñen en ello. Nuestra realidad es bien distinta, aunque nuestro gobierno y senado se empeñe en hacer ciertas comparaciones. O aunque los presupuestos generales españoles hablen de reducción de partidas. Pero lo más clamoroso es cuando hablamos de grandes litigios.




Tras mirarse en el café de todas las mañanas, Erlich, nos muestra la lógica con la que el Gobierno pretende salir de la crisis, el sistema explicado a los niños, el fantasma que recorre Europa y un Jesús para los tiempos que corren:




Seguimos con el humor publicado estos días en la prensa: Peridis, Forges, Ferrán, J. R. Mora, Raúl Salazar, Pat y  Manel Fontdevila:









 
Pep Roig, desde Mallorca, nos muestra a San Concertino, patrón de los desamparados y algunas de las consignas presentadas: Calla, pueblo, calla; luces fatuas; espejismos y luces de algunos partidos.
 





Terminamos con cuatro vídeos. En el primero, el PP celebra, con un anuncio muy especial, que hace dos años conseguía la mayoría absoluta:



Monty Python's Flying Circus (T1 E05. Sketch de la entrevista de trabajo y un trozo más con vendedores de enciclopedias.

sábado, 23 de noviembre de 2013

¡Que suene la banda! (y 2)


 
 
Calificada por expertos en la materia como una de las bandas más activas de la Comunidad de Madrid, la Banda Sinfónica de Colmenar Viejo cuenta en su historia con hitos de importancia, como la grabación para TVE, en mayo del 2008, de varios pasajes elegidos e interpretados en un campo de fútbol, con motivo del final de la Copa de Campeones entre el Real Madrid y el Barcelona, mostrando el carácter de cada uno de esos equipos. Otra actuación señalada fue la del 13 de  noviembre del 2008, en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, durante La Noche en Blanco. En esta ocasión, interpretó “La Divina Comedia” en sus cuatro partes: El Infierno, El Purgatorio, La Ascensión y El Paraíso. Se recuerda igualmente el concierto ofrecido en el Auditorio Nacional de la Música, el 19 de mayo 2012, o el celebrado el 16 de junio del 2012 en la Plaza del Pueblo, coincidiendo con la celebración de su 25ª aniversario de la creación de la Banda. En él, interpretó obras de Shostakovich, como la Vª Sinfonía, la Marcha Eslava, de Tchaikovsky, la Suite de Jazz (Waltz y March) de Shostakovich y la Obertura 1812, de Tchaikovisky. A lo largo de esta última pieza, escrita para conmemorar la victoriosa resistencia rusa en ese año, frente al avance de la Grande Armée de Napoleón Bonaparte, se recurrió a la pirotecnia, utilizando el disparo de cañones combinados con el repique de campanas, sonidos sincronizados con la música. Y todo ello, formando parte de la ejecución de la partitura que cerró el concierto. Un acontecimiento musical que marcó y dejó un imborrable sonido de esta banda que lleva 25 años dando la nota. El primero de enero del presente año, RNE emitió un  programa de una hora de duración sobre esta banda, en la que todos los músicos participaron activamente.

  Adrián y Lorena, dos jóvenes fagotistas.

Cada uno de los componentes de la banda de Colmenar Viejo cuenta con una experiencia musical que enriquece al conjunto. Nacho Martínez empezó a los 9 años con el violín. Luego, pasó a la  percusión y finalmente a la tuba. Marta Mascaraque, a los 8, con la flauta. Ana Romero, a los 7, y Celeste Vera, a los 11. Adrián Bueno, estudiante de alemán y ruso, comenzó a tocar el fagot a los 17 años y su sonido le atrajo tanto como cualquiera de las lenguas modernas. Otros, como Lorena Picasso, alternan el fagot, que conoció a los 9 años, con los estudios de medicina. Adela García, de una familia de músicos, lo hace con los de arquitectura. Antonio Ruiz, inspector de Educación y doctor en Ciencias Químicas, empezó a tocar el clarinete a los 27 años. Luego, se casó y lo dejó hasta los sesenta, en que continuó con la banda, en la que participa asíduamente y con una cierta pasión. La misma con la que María del Mar Velarde, ama de casa y ayudante de jardinería, se abraza al clarinete, con sus 42 años. O María Isabel Frontaura y Miguel Ángel Fermosell, funcionaria y agente forestal. O Rafael Ruiz, un informático que siempre fue un aficionado a la música y conoce a fondo las notas y signos de una partitura. Aitana Fuentes, una jovencita de 17 años, cogió el clarinete a los 11, imitando a su padre, quien toca el saxofón y llevaba con él a su hija a la banda. Isabel Méndez, con 56, empezó hace un lustro, tras haber estudiado piano y periodismo y haber sido economista de Telefónica. Raquel Urbón, ingeniera agrónoma, paisajística y educadora canina, se hizo con un saxo a los 18. Rafael Sanz, de 30 años, sigue los pasos  de su abuelo que también lo tocaba. Hoy, Rafa es profesor de música. Rosa María Jurado, hermana de un clarinetista que fue uno de los fundadores de la Banda, comenzó a los 20. Le dieron un saxofón abandonado y deteriorado. Lo limpió y comenzó a soplar. Hoy es, para ella, uno de los más claros y apasionados instrumentos. Juan Antonio Valverde, un murciano de 56, aprendió de joven a hacer trémolos con la bandurria. Sabía música de oído y manejaba las cuerdas de la guitarra. Desde entonces, le quedó el gusanillo y, a los 42 años, se inició con el saxo alto así como con el trombón. Juan José Zafra, empleado de banca, se jubiló a los sesenta, pasando de los números a las notas musicales e iniciándose en el manejo del saxo. Pablo Daniel Picasso, un comercial uruguayo de 53 años, se empeñó a tocarlo mientras su hija Lorena, eligió el fagot. Y Carlos Torrenti, un ingeniero de telecomunicaciones valenciano que empezó a los 20 años con saxo y luego lo dejó, ha vuelto a hacerse con él mientras dice, convencido: “Ese es un instrumento muy versátil, en banda y en conjuntos más modernos”.


Los componentes de esta Banda de Colmenar  llevan 26 años tocando y dando la nota. Kiko Moreno decidió, hace unos años, apuntarse con su padre, veterinario muncipal, en la escuela de música. Fue hace once años, al enterarse de que un arquitecto municipal iba a clases de saxo. Fede y Kiko aprendieron a tocar trompeta; su hermano, Pablo, el clarinete y su madre es la secretaria de la banda. Kiko es hoy es uno de los mejores trompetistas de bandas, además de haber creado The Skartes Skaband y dos grupo con los que actúa constantemente. Manuel García, estudiante de 14 años, comenzó con la misma a los 7 años por envidia sana. Toda su familia tocaba algún instrumento: su padre, Paulino García, el saxo barítono; Hugo, su hermano, la percusión; los primos, el clarinete y el saxo, y el abuelo, la guitarra. David Murillo, un extremeño de 25 años que comenzó de pequeño con el trombón, volvió a recomenzar hace cinco años, cuando se quedó en paro. Roberto Folgado, de origen valenciano, recuerda que, antes de empezar a hablar, ya señalaba la televisión cuando en la pantalla salía alguien tocando el trombón. Empezó a los siete años y, a los 19, ingresaba en la banda de Infantería de Marina. Hoy, en sus varios viajes que hace como músico en el Juan Sebastián El Cano, tiene la oportunidad de tocarlo en alta mar o en cualquiera de los océanos. También Ricardo Canet, profesor de la escuela, es de origen valenciano, y es un profesional colaborador habitual de la banda. Comenzó a los ocho años porque le gustaba y por tradición familiar: tambien su padre y su abuelo fueron músicos.
 
David, violonchelista.
 
Rubén Rodríguez comenzó a los 13 años. Quería aprender saxo alto pero le dieron el bombardino que hoy, con sus 32 años, toca maravillosamente, junto con Ángel Nevado, un funcionario de 64 años que comienza a tener problemas con sus dedos. David José Núñez, con 45, toca la tuba. Y está orgulloso de su hijo, Marcos, que hace gemir, reír y llorar el violín y no para de dar conciertos. Otro David, apellidado Grau, de 26 años, es violonchelista y trabaja en el metro madrileño. Su hermano, Didac, de 19 años, toca la trompa con gran maestría. El padre de ambos, dirige la banda.


Miguel Ángel Arceo Fernández, un informático jubilado de 63 años, descubrió, en su juventud, cómo la música era un entretenimiento, una ayuda cuando se sentía solo y, a veces, hasta una forma de complicarse la vida. A los 16 años, empezó a aporrear la guitarra y a interesarse por ella. Después, los hijos y el trabajo le hicieron guardarla durante muchos años hasta que un día, escuchando flamenco, se enamoró de esa música. “Decidí ir a clases y tratar de aprender lo más posible, pero eso, como dicen los ‘flamencos’, hay que mamarlo. Ya había comprobado que, sin una buena base de solfeo, la música era mucho más difícil, pero mis ocupaciones laborales y familiares no me permitieron hacerlo hasta que me jubilé. Hace escasamente cuatro años, después de 30 años de actividad en la informática, acudía a la escuela de música de la banda de Colmenar Viejo y comencé a estudiar en serio. Y, cuando ya tenía una base suficiente, quise entrar en la banda. Me propusieron que tocara el trombón, un instrumento que estaba libre. Fue algo casual. Sabía que, para alguien tan torpe como yo, necesitaba al menos cinco años para poder defenderme dignamente. Pero ya había empezado y no pensaba soltarlo. A los tres años, ya trataba de seguir las partituras y las tocaba más o menos bien. A veces, me sentía cabreado por no ser capaz de hacer más y casi siempre la razón era por falta de estudio. Sabía que, si el instrumento estaba en condiciones y no sonaba bien era por mi culpa. Así que aumenté las horas diarias de estudio. Entre una y tres horas diarias. Y el día que no lo tocaba tenía mala conciencia.  Llegué a tomarle confianza y a darle mucho mimo. Y el día que no lo tocaba lo echaba de menos”.
 
 
Miguel Ángel había oído tocar el trombón a compañeros que consiguieron emocionarle con su interpretación, haciéndole asomar lágrimas en sus ojos. Algo que, según él, sería imposible si ese instrumento no tuviera alma. “Por supuesto que se trata del alma del que lo toca y no del instrumento en sí mismo. Nadie piensa en lo bien que suena el instrumento sino en la habilidad, la experiencia y el sentimiento que la persona que lo hace sonar transmite a través del mismo. Las dosis de ‘alma’, ‘sentimiento’ o como queramos llamarlo, se va pegando al instrumento a través de experiencias”. En el pasado mes de marzo, tuvo la primera ocasión de demostrar lo que ya había aprendido. “Habíamos ensayado unas cuantas veces las marchas procesionales que se iban a interpretar en las fiestas de Semana Santa. Algunos de nosotros éramos novatos que nunca tuvimos la oportunidad de participar en ellas. Ni siquiera habíamos prestado mucha atención a las que retransmiten por la televisión... Al contrario, pensábamos ¡qué coñazo! Los que tenían más experiencia, nos daban consejos: ‘¡Practica el paso! –nos aconsejaban– ¡Llévate una luz para poner en el atril de paseo!’  ¿Atril de paseo? Y eso qué es? –me preguntaba–… Iré a la tienda y me compraré el mejor, no vaya a ser que....  Así que, tras mis primeras experiencias con el trombón y mis primeros ensayos con el instrumento, de pronto me hallaba en aquella Semana Santa, sujetándolo con mis dos manos en una procesión y tratando de que sonara lo mejor que podía. En mi cabeza, bullían un montón de conceptos medio asimilados. Tenía que salir con el pie izquierdo. Perfecto, pero oiga, quienes son supersticiosos ¿no dicen que hay que salir con el pie derecho? Pues sí que empezábamos bien… Muy concentrado, traté de seguir la partitura fielmente.
 
    El trombón de varas, perdido en la noche tormentosa.
 
“De repente, mi compañero de al lado me dijo muy disimuladamente...’El paso, que lo llevas cambiao’. ¡Joooder!  Si había salido con el pie izquierdo. No sé qué había pasado. Si, en la mili, me salía de coña. Claro que de eso hace unos cuantos años. Di un pequeño salto para cambiar el paso y volví a lo mío, la partitura. Pero... ¡Oh, Dios mío! ¿Por dónde iba? Me había perdido... Traté de reengancharme. Pero, vamos a ver.... ¿cómo puedes reengancharte con una partitura que tiene cuarenta compases iguales, (silencio de negra, SI, y silencio de negra, SI)? Más bien parece una representación de un sistema binario. !Claro, como era novato, me habían dado la partitura tercera de mi instrumento, en teoría, la más fácil!....¡¡¡Y una mierda!!! No se parecía en nada a lo que tocaban quienes llevaba al lado, (el trombón primero y el trombón segundo). No tenía referencias. Por mis adentros, pensaba: ¡¡¡¿¿¿Qué están tocando estos cabrones????!!!... A pesar del frío, empezaron a caerme unas gotas de sudor. Pues yo acabo como sea y bien. Así que el último compás, un vulgar “Chim pom”, lo di a la perfección. Y me subió un poco la moral”.

  Las notas cambiaban y saltaban en el pentagrama.
 
“La marcha continuaba por calles con escasa luz. El director hacía señas para que tocáramos de nuevo. Yo, a lo mío....la partitura. Empecé bien y eso que ésa era más difícil, pero tenía melodía y compases que podía identificar fácilmente. Aquí ya no iba a perderme. Pues tampoco, porque los elementos se habían aliado de una forma terrible para que mis expectativas no se cumpliesen jamás. Se había levantado un desagradable vendaval, que hacía mover de forma incontrolable las notas de la partitura... ¿Eso qué era? ¿Un FA o un SI? Parecía que, a cada golpe de viento, las notas se cambiaban de línea en el pentagrama. ¡Qué más me daba! No podía reconocer ni una de las notas que pretendía hacer sonar. El tambor y el bombo marcaban el compás de la marcha a escaso medio metro de mi vara, ¡Dios mío! ¿Qué estaba tocando? No podía oírme.  Parecía que el viento amainaba. ¡Menos mal! Andamos por una calle empedrada que dificultaba el paso....”Que llevas el paso cambiao”, volvió a advertirme mi compañero con cierto disimulo... ¡Joder! ¡Otra vez! Cogí el paso y perdí el compás, de nuevo. Me esforcé en ver por dónde iba el resto de la banda, pero mis torpes andares por el suelo irregular y el viento que azotaba mi atril de paseo de veinte euros, hacían que éste se cimbrease de arriba abajo sin parar. La luz de lectura que sujeté cuidadosamente, apuntaba a cualquier sitio menos al que necesitaba. Era imposible leer nada. La partitura bailaba sola al ritmo que marcaban los elementos, pero yo..., a lo mío. Buscaba el final y chim pon, clavao otra vez. El Cristo ya estaba en la Iglesia. Nosotros, sus fieles músicos, en la calle, todavía soportando un intenso frío y esperando que el clérigo de turno, nos dijera eso de “Podéis ir en paz”.  
 
 
“Alguien me dijo un día que la música era un poco de arte y un mucho de sufrimiento. Tenía la seguridad de haber empezado a pegar en mi instrumento, esos pedazos de alma y de sentimiento que algún día harían derramar una pequeña lágrima de emoción a quien lo escuchase. La evolución de mi trombón, sería la mía propia.  Y, desde este momento, en lugar de considerarme un ‘aprendiz de trombón’, me había convertido en un ‘aprendiz de músico’”.
 

Aquella Semana Santa pasó y con ella, las lluvias del invierno. Y llegó la primavera, la que la sangre altera. Y la banda siguió ensayando cada martes y jueves, programando conciertos por doquier, como se muestra en los vídeos más recordados. O como el que se prepara para el próximo día 7 de diciembre, XXXV aniversario de la Constitución, en el auditorio “Villa de Colmenar”. Varias obras clásicas serán entonces  interpretadas: Verdi (Escena y gran marcha de la Ópera Aida), Rossini (La Gazza Ladra) Wagner (Rienzi), Mozart (Las bodas de Fígaro), el concierto de Aranjuez, Overture to Candide (Bernstein) y Second Suite for Band. Y la banda sigue, sigue y sigue sonando…


Les dejamos ya con otras cuatro obras interpretadas por la Banda de Colmenar:



Actuación de la Banda Sinfónica de Colmenar Viejo en el IV Festival de Bandas de Música de Colmenar Viejo “Maestro José Guillén”, el 1 de abril de 2007. Interpreta: “Tango for a toreador” de Herman Chr Snijders
 


viernes, 22 de noviembre de 2013

¡Que suene la banda!


 
Tal día como hoy, Santa Cecilia, se celebra la patrona de los músicos. Como miembro asociado a  la Banda sinfónica de Colmenar Viejo –asociación cultural nacida en 1987–, hago una reflexión sobre la música. Y comienzo por recordar la teoría de ésta. La música, del griego: μουσική [τέχνη] “el arte de las musas”, según la definición tradicional del término, es el arte de organizar sensible y lógicamente una combinación coherente de sonidos y silencios, utilizando los principios fundamentales de la melodía, la armonía y el ritmo. Compuestas por instrumentos de viento, madera, metal y percusión, las bandas están volcadas en manifestaciones religiosas, militares (propias de eventos militares) y civiles (cuya función básica es la realización de conciertos y el entretenimiento). Más de 300 de ellas funcionan a pleno rendimiento en nuestro país, aparte de los más de 500 grupos de cornetas y tambores. Algunas de ellas son sinfónicas, basadas en instrumentos de cuerda como los violonchelos, contrabajos, etcétera. Se trata de un concepto de banda que está ligado a las que existieron en el siglo XVII. Su función principal es la realización de conciertos, ya sea en espacios cerrados o al aire libre. Son bandas de gran versatilidad que ejecutan todo tipo de música, aunque suelen interpretar obras escritas y arregladas u orquestadas específicamente para ellas. Dichas bandas suelen disponer de una elevada cantidad de integrantes dado que requieren un gran número de instrumentos que pueden ser profesionales o amateurs. Gran parte de los que componen una banda han estudiado o pasado por algún Conservatorio de la Música o en alguna Escuela de Música.


Las bandas se dividen en dos grandes grupos: los que corresponden a viento-madera y los de viento-metal. Al primero pertenecen los oboes, fagotes, flautas, clarinetes, requintos, clarinetes bajos, saxofones sopranos, altos, tenores y barítonos. Al segundo, las trompetas, fiscornos, trompas, trombones, bombardinos y tubas. Un tercer grupo es el de los instrumentos de percusión, formados por parches apergaminados puestos en tensión, por varillas y placas metálicas o de madera que suenan al ser golpeados o percutidos. Al igual que en la orquesta, en la banda también hay algunos instrumentos que, poco a poco, han caído en desuso, bien por haber sido suplantados por otros con mayor potencial sonoro o por haber tenido una escasa aceptación. La familia de los sarruxofones fueron suplantados por los saxofones. La de los cornetines fueron sustituidos por las trompetas y los trombones de pistones, por los trombones de varas.

  Las claves musicales.
Salvador Astruells Moreno, profesor superior de música de Valencia, quien realizó la tesis doctoral en dicha Universidad sobre este tema, cuenta que las primeras bandas municipales estaban constituidas por chirimías, cornetos, sacabuches y bajones. “Poco a poco, estos conjuntos llevaron a cabo una necesidad social a lo largo de toda Europa, donde muchos pueblos llegaron a tener un grupo de estos ministriles. Su estructura era un pequeño conjunto de músicos profesionales que tenía como misión formar parte del séquito ciudadano, amenizando los actos públicos y, al mismo tiempo, resaltando la brillantez de las procesiones, visitas reales y los actos en los que la música instrumental sirviese para realzar su carácter festivo y solemne. Los coros de algunas iglesias que no tenían órgano eran acompañados por uno o dos instrumentos, normalmente por el fagot en la parte grave y por el oboe en la parte aguda, doblando a la melodía. La instrumentación nunca fue estandarizada porque dependía de los recursos locales, pero estos instrumentistas de viento eran una parte íntegra del conjunto, apoyando las líneas vocales de los cantantes. En el siglo XX aumentaron las bandas cívicas en Europa continental. Esta centuria fue de gran expansión para las bandas españolas, fundándose las bandas municipales de Valencia (1903), Madrid (1909), Alicante (1912) y Castellón (1925). Entre finales del siglo XIX y principios del XX, se formaron las primeras Sociedades Musicales, dando paso a un gran número de bandas de música de carácter local que, desde sus inicios, han servido para amenizar diversos actos y, al mismo tiempo, difundir el arte musical en aquellos sitios donde no había radio ni televisión”.

La Banda sinfónica de Colmenar Viejo, en el parque Esteban Junquer.
 
Jean-Jacques Rousseau define la música como “Arte de combinar los sonidos de una manera agradable al oído”. Para Claude Debussy es “un total de fuerzas dispersas expresadas en un proceso sonoro que incluye: el instrumento, el instrumentista, el creador y su obra, un medio propagador y un sistema receptor”. Y, según la definición más habitual en los manuales de música es “el arte del bien combinar los sonidos en el tiempo”.  Pero dejemos ya la teoría para pasar a la práctica. Para ello, les hablaré de una banda que conozco desde hace seis años: la sinfónica de Colmenar Viejo. Se fundó, en 1987, según nos explica Ángel Nevado, uno de sus fundadores, con 24 músicos que apenas sabían música pero que estaban muy interesados en tocar. “La primera vez que lo hicimos en público, interpretamos un pasodoble sólo hasta la mitad. No habíamos tenido tiempo de aprenderlo entero. Pero gustó tanto que pusimos todos los medios y el tiempo necesario para aprender otros”. Esta Banda ha realizado más de 500 actuaciones y conciertos a lo largo de 26 años, ha participado en diversos certámenes y manifestaciones culturales y ha realizado grabaciones para Radio Nacional de España y TVE. Todo ello, gracias a su calidad interpretativa y a un repertorio amplio y diverso que abarca todo tipo de música: clásica, moderna y popular. Una banda que está compuesta por más de un centenar de miembros que participan en conciertos y actividades culturales. Sus integrantes provienen de las capas más variadas, desde estudiantes y/o trabajadores de toda clase y de edades diversas, comprendidas entre los 6 años y los más de 70 años, hasta otros que forman parte de la larga lista de parados. Muchos de ellos cursan estudios oficiales en conservatorios, otros han llegado ya a ser músicos profesionales y otros son, simplemente, aficionados a la música.
 
Banda de Colmenar Viejo, en el Auditorio Nacional.
 
El carácter no lucrativo de esta banda no ha mermado sus actividades, habiendo participado en fiestas y acontecimientos culturales y deportivos. Entre las actuaciones más recordadas, destacan las realizadas en el Festival Internacional de Bandas de Arrentela (Lisboa, Portugal), el Festival de la Vendimia en Suresnes y el desfile del programa Magic Music Days de EuroDisney (París, Francia), además de los conciertos realizados con la Coral de Colmenar en los que ambas asociaciones interpretaron “Carmina Burana” de C. Orff y “Réquiem” de W. A. Mozart.  Grabó los conciertos didácticos “Jary Janos”, y “Peer Gynt”,  los cuentos de “Pedro y el Lobo” y de “El día que se marcharon las abejas”, narrados por Fernando Palacios, el CD “25 años dando la nota”, el Himno de la Agrupación Deportiva de Colmenar, música de su director, Miguel Ángel Grau Sapiña sobre letra de Alberto Pacheco, junto a la Coral de Colmenar. Participó en un concierto de bandas en el Auditorio Nacional, junto a la Banda Complutense de Alcalá de Henares y la Banda Lira, de Pozuelo de Alarcón, y ha incrementado la realización de otras actividades musicales de carácter cultural en el entorno de la Sierra Norte de Madrid. Cuenta con una escuela de música en la que 12 profesores imparten sus conocimientos de movimiento, solfeo, instrumentos de viento, percusión y cuerda (violoncello), y en la que más de 60 alumnos reciben clases.

Miguel Ángel, el director de la Banda.        
 
Desde la creación de la asociación, en el año 1987, diferentes directores han pasado por la banda:  José Susi, Luis de la Rosa, José Guillén, Miguel Ibáñez y Miguel Ángel Grau. Este nace en Cullera (Valencia) hace cincuenta años. A los 10, ingresa en el Conservatorio Superior de Música de Valencia y, a los 16, realiza los estudios de clarinete con las máximas calificaciones. Ocupó plaza en la Orquesta sinfónica de Pamplona y ejerció de profesor en los conservatorios de Pamplona, Sangüesa y Tafalla. Formó parte, como clarinetista, de varios grupos de cámara y fundó el cuarteto Ébano, grabando un C.D. Como concertista, actuó con distintas orquestas y bandas, interpretando obras de Mozart, Rossini, Webber, Poulenc, Jean Frances… Colaboró con las Orquestas de R.T.V.E, Euskadi, Sinfónica de Madrid e Illes Balears. Destaca su labor como compositor de obras para banda, música de cámara y conciertos. En 2006, es premiado en el VIII concurso Internacional de Composición de Pasodobles “Villa de Albatera”. En la actualidad es subdirector de la banda sinfónica de la Guardia Real y director de la Escuela y Banda Sinfónica de Colmenar Viejo.

La banda en el EuroDisney (París), con el director (de espaldas).

Le entrevistamos, en un momento de relax.

- Frente a las piezas que ha dirigido en la banda de Colmenar ¿de cuál de ellas se siente más satisfecho de sus resultados?

- No hay una en concreto. Hacemos muchas obras y de muchos estilos, y, en la gran mayoría de los conciertos, he salido muy satisfecho del trabajo realizado.

- ¿Cuál le costó más trabajo y nervios?        

- La palabra nervios no me gusta utilizarla. Hay que tener en cuenta que hemos interpretado obras de gran dificultad técnica y artística de compositores como Mozart, Sostakowich, Tchaikowsky, Prokofiev, Ferrer Ferrán, Jhojan de Meij y un largo etcétera. Interpretar obras de estos compositores requiere un gran trabajo y esfuerzo, sobre todo para una banda amateur. Pero, con estos músicos que forman la banda de Colmenar hemos hecho conciertos de alto nivel y esperamos hacer otros.  
                                        
- Al dirigir una banda popular como ésta, ¿con qué sorpresas inesperadas, fallos técnicos y humanos puede uno encontrarse?

- Imagino que se refiere a que es una agrupación amateur. El problema que existe, y no sólo en esta banda, sino en todas las de este tipo, es la asistencia a los ensayos. Nunca puedes tener la plantilla al completo. Sorpresas, afortunadamente, hay pocas. Recuerdo algo que ocurrió hace unos años, cuando llegó la hora del concierto. Un solista que, además, era el único de su especialidad, no apareció. Así que, ya con la banda en el escenario, tuve que mal copiar (por las prisas) la parte de ese solo y pasarlo a otro instrumentista. ¿Fallos?: con tanta gente y diversos escenarios puede pasar cualquier cosa. Pero, a la hora en punto, siempre comienzo el espectáculo.
                                                                    
- ¿Y con qué satisfacciones?                                                                                

-  La de poder disfrutar de la gente y de la música. 
                                                                      
- El placer de dirigir una banda como ésta ¿puede compararse con el de dirigir la banda sinfónica de la Guardia Real?

- No hay comparaciones. Al profesional se le debe exigir la perfección y al amateur animarle a conseguirla.
 

Juan Francisco Fernández Ayuso es un ferretero de 36 años que toca la tuba en la banda. Sin tener ninguna noción de música, empezó a los 12 años a tocar el fiscorno; luego, pasó a la percusión y terminó con una tuba. “Para mí, la música siempre fue una relación y satisfacción personal. Cuando empecé, no tenía ninguna noción y reconozco que, sin ella, no podría tocar. Fue la propia banda la que me obligó a elegir un instrumento en las distintas épocas. De todas formas, entre el fiscorno, la percusión y la tuba, personalmente, me quedaría con la percusión y, en particular, con la  batería, aunque tengo mucho cariño por la Tuba, ya que son muchos años con ella. Sin embargo, entre mi trabajo que tengo en la ferretería y la tuba que toco, no veo ninguna relación”. Cuando interpreta algo con ella, ¿siente la misma alegría, tristeza, amor, odio o lo que sugiera el autor de la pieza que interpreta? “Algunas veces –me contesta–, pero no siempre. Depende mucho del estado de ánimo del momento”. Inquiero si se ha sentido alguna vez fracasado o infeliz al comprobar que no está a la altura de su instrumento. “Por supuesto –me contesta–. Hay momentos que, por la falta de tiempo, no puedes ensayar lo suficiente y la partitura te supera y te sientes mal”. Para él, la constancia y el sacrificio, como todo en la vida, es el secreto para llegar a dominarla a la perfección. Aunque reconoce que no practica diariamente. Sólo el poco tiempo que saca para ir a los ensayos y alguna clase entre semana. En ese aspecto, reconoce que no es un “enganchado” de la interpretación. “No me cuesta, pero tampoco estoy demasiado tiempo sin tocarla. Probablemente, si me tirase varios meses, sí que me costaría. Sí que la echo de menos cuando paso varias semanas sin tocarla y pienso que, cuando la retome, va a ser más difícil poder coger el nivel anterior. Entonces me  doy cuenta de las cualidades perdidas y lo difícil que es recuperarlas”. Le pregunto si podría vivir definitivamente sin ella y me contesta: “Creo que sí… je, je, je, je”. De las tres cosas que se llevaría a una isla deshabitada, si estuviera condenado a vivir en ella, me contesta: “Mi familia, lo demás es todo secundario…”
 
Raúl Altozano García, 51 años, es conductor de autobuses públicos y toca la trompeta. 
 
Raúl Altozano García, 51 años, es conductor de autobuses públicos y toca la trompeta.  Para él la música es una forma de sentirse bien. Eligió ese instrumento porque, desde niño, la corneta le llamaba la atención.  “De chaval –cuenta–, cuando tenía 12 años, tocaba la corneta y, en la mili, si tenías el mínimo conocimiento de soplar un instrumento de metal, te metían de corneta. Así  que, cada vez que había que dar la cara, por alguna visita importante en el cuartel, me llamaban a mí para el puesto de guardia y dar los honores. Era curioso. Un día, un general me invitó a un cubatilla por lo bien que lo había hecho. Él no especificó lo del cubatilla. Simplemente, dijo que el corneta se tomase algo por lo bien realizado. Luego, a los 25 ó 26 años, comencé a estudiar la trompeta”. Le pregunto cuántos años son necesarios para empezar a tocar con soltura y me contesta que,  al menos, dos o tres. “No me refiero a soplar y tocar lo mínimo sino a funcionar bien”. Insisto si es capaz de interpretar exactamente, sintiendo la misma alegría, tristeza, amor, odio o lo que sugiera el autor de la pieza que interpreta. “¡Hostia.... qué jodío eres –me contesta–. Pero ¿hay alguien capaz de hacer eso? ¿Quien sabe lo que sentía el autor?  Siempre he dado todo lo que he podido y por ello no me he sentido ni infeliz ni fracasado a la hora de comprobar que no estoy a la altura de mi instrumento. Pero, últimamente, por motivos laborales, no puedo estudiar como lo hacía antes y empiezo a tener dudas de seguir o no seguir.... para mí no es fácil ir a tocar sin poder ensayar lo necesario o estudiar lo suficiente, pero tengo claro algo, y es que doy todo lo que puedo”. Raúl está convencido de que el secreto para llegar a dominar la trompeta está en estudiar, estudiar y estudiar… “Hace como 14 ó 15 años, estudiaba a diario y tocaba muuuucho más que ahora, pero la vida te mete en unas circunstancias que son las que son y, al no ser un profesional, estudio cuando puedo y hago lo que puedo. La semana que el turno de trabajo me permite estudiar algo más, lo intento aprovechar. ¿El tiempo que le dedico?.... Pues poco, la verdad. A veces, cuando paso varios días sin tocar, compruebo cómo me fallan los labios, cómo no tengo agilidad en los dedos, aunque esto último, ya lo noto hace tiempo”. Y ¿podrías vivir sin ella?, insisto. “Sí –me contesta– como todo el mundo. Es una afición y como tal, se puede dejar. Pero, cuando llevas mucho tiempo, como es mi caso, es complicado, porque se ha hecho parte de tu vida”. Termino con la pregunta que hago a todos: ¿Qué tres cosas te llevarías a una isla deshabitada si estuvieras condenado a vivir en ella? “Útiles de caza –me contesta–, de labranza y un yo-yo.  Ja, ja, ja… Esta es la nota alegre. Ya sabes como soy, jefe.
 
 
Para Beatriz Belloso, 23 años, clarinetista, diplomada en Magisterio de Educación Musical y estudiante, la música es una forma de vida. Las clases en el conservatorio, los ensayos en la banda y en diferentes agrupaciones así como el estudio personal ocupan la mayor parte de su tiempo. “Por ello, mi entorno y amistades están totalmente vinculadas a la música. La elección del clarinete que empecé a tocar a los 18 años fue por puro azar. En la escuela de música donde empecé sólo me dieron la posibilidad de comenzar con saxofón, flauta o clarinete, decantándome por el clarinete en cuanto lo escuché. Creo que es necesario un conocimiento de la técnica para poder ‘disfrutar’ cuando tocas. Y el estudio musical llega a convertirse en forma de vida”.  Le pregunto si es capaz de interpretar, sintiendo la misma alegría, tristeza, amor, odio o lo que sugiera el autor de la pieza que interpreta. Me contesta: “Es muy complicado llegar a interpretar la obra tal y como la concebía el compositor. Aunque el estudio de la música te conduce a saber hacerlo, creo que se necesita una alta madurez tanto personal como musical por parte del intérprete para llegar a expresar lo que el compositor quería. El estudio musical, cuando llega a convertirse en forma de vida, hace que te involucres tanto emocionalmente que estás muy vulnerable a posibles sentimientos de fracaso o infelicidad. Siempre hay cosas que mejorar y si no eres capaz de abordarlas con tesón y ánimo, pueden llegar a hacerte pensar que no estás a la altura de las circunstancias”. Inquiero sobre lo que es la música para ella. Si podría tocar sin tener ninguna noción musical. Me contesta que, aparte de tener cualidades favorables hacia la música, la constancia en el estudio es crucial para el dominio el instrumento. “Creo que nunca dejas de avanzar con el instrumento. Y llegar a dominarlo a la perfección suponen muchísimos años de estudio. Aún así, creo que muy pocos consiguen llegar a ello. Generalmente, me paso al menos 7 horas diarias tocando, variando en función de las horas que pueda estudiar ese día, o de si tengo ensayos...Y no puedo pasar varios días in tocarlo. Cuando tienes un hábito o una rutina adquirida es muy difícil saltárselo durante varios días. Sólo sucede en algún periodo vacacional. Pero, la verdad es que, cuando vuelves a reengancharte, te cuesta casi el doble de días que has parado para volver al nivel que tenias”. Le pregunto si podría vivir sin el clarinete. La contestación es matemática: “La música para mi es una forma de vida y ahora mismo no la concibo sin el clarinete”. Bea ha soñado alguna vez con pertenecer a alguna de las grandes orquestas que hay en el mundo y en poder interpretar grandes sinfonías de Mahler o Schostakovich. Termino por preguntarle qué tres cosas se llevaría a una isla deshabitada si estuviera condenado a vivir en ella. No lo tiene muy claro, pero dice que, en primer lugar, a alguien que le hiciera compañía. “Seguramente el clarinete y partituras suficientes para cubrir toda esa vida”.


Antonio Martín García, un informático de 58 años, para el cual la música es “un impulso vital que me produce muy buenas sensaciones” se propuso el reto de intentar interpretarla, tras haber vivido al margen de ella. Y eligió, hace seis años, el clarinete. “Me gustaba su sonido, y, sinceramente, también tuvo su influencia un tema práctico: tenía que ser un instrumento transportable (sin demasiado peso) y que me sintiera ‘arropado’, en caso de fallo. Creo que, en mi caso, fue una buena elección”. Comenzó ya mayor, a los 53 años y, además, casi de cero. “Siempre me había llamado la atención la escritura musical y comprender lo que allí estaba escrito. No tenía ni idea de lo que era un tresillo, un puntillo, un bemol, un sostenido o un becuadro. No había ninguna relación entre el trabajo que tenía y la elección por el instrumento que aprendí a tocar. En realidad, creo que me daba igual cualquier instrumento. Ahora estoy contento con mi clarinete, cinco años juntos”. Antonio cree que un par de lustros, como poco, son necesarios para empezar a tocar con soltura. Y sabe que nunca se acaba de aprender lo que uno necesita para dominar el instrumento, sea cual sea. Y menos, cuando se siente la misma alegría, tristeza, amor, odio o lo que sugiera el autor de la pieza que uno interpreta. Es consciente de que está aún demasiado verde y se siente  “abducido” por intentar hacer lo que pone en la partitura. A veces siente que no está a la altura del instrumento y es consciente  de lo muy limitado que está. Pero no por eso deja de intentarlo. Cree que el secreto para llegar a dominarlo a la perfección está en el estudio, dedicación y trabajo, mucho trabajo. “Dominarlo no será mi caso. Me dedico a él una o dos horas diarias. Supongo que  debería ser más pero también quiero hacer otras cosas. Procuro tocarlo todos los días, aunque a veces me lo salto. Sólo me doy un descanso cuando salgo fuera, en vacaciones. Creo que se lo debo a mi mujer que ya me aguanta todos los días. Si es uno o dos días se nota un poco, pero si es más te cuesta volver a retomar el control.  Creo que podría vivir sin él. Y que para mí es más un reto que una necesidad vital. Le pregunto qué tres cosas te llevarías a una isla deshabitada si estuvieras condenado a vivir en ella. Me contesta sin pestañear: “A mi mujer (no es cosa, claro), libros y herramientas. ¿Raro, verdad?”.

 
A los siete años, Cristina Valverde García comenzó a tocar el piano. A los trece, empezó con la percusión y, un año más tarde, dejaba las clases de piano aunque, curiosamente, ahora toca más que nunca. Le preguntamos qué es la música para ella y nos contesta: “Sé que mucha gente te contestará con algo parecido pero lo único que puedo decir es que para mi la música lo es casi todo. La escucho a todas horas y en todas las situaciones, sin importar mi estado de ánimo. Por medio de la música he hecho increíbles amistades y para mí escucharla es un método sencillo de alejar mi mente de cualquier preocupación y de relajarme o desahogarme. En mi caso, que toco tanto el piano como la percusión, es fácil sacarle sonido a mis instrumentos. No es como una trompeta o un clarinete que hay que saber cómo poner los labios o cómo soplar con el diafragma para hacerlo sonar. Técnicamente, en la percusión sería fácil inventarme algún ritmo y siempre me he considerado una persona con algo de oído musical así que, en el piano, podría sacar alguna melodía sencillita. Nunca lo sabré ya que empecé a muy temprana edad”. Le preguntamos por qué eligió la batería en la banda donde también toca su padre. “Supongo que porque yo, de pequeña, era muy ‘mari-macho’ y la idea de tocar la flauta o el clarinete como el resto de chicas no me atraía demasiado. También se podría deber a que yo crecí rodeada de dos hermanos mayores que escuchaban mucha música del estilo ‘heavy metal’ o ‘rock’ y como mi padre quiso apuntarme a algún instrumento de banda sinfónica/orquesta aproveché para poder tocar la percusión que incluía la batería que yo tanto escuchaba y disfrutaba en las canciones de mis hermanos”. Cristina cree que el piano es mucho más sencillo que la percusión. “La agilidad en los dedos se obtiene mucho antes que la agilidad en el antebrazo y la coordinación es menos elaborada. En 1 ó 2 años ya se pueden estar tocando obras sencillas con soltura. Mucha gente piensa que la percusión es muy fácil ya que, esencialmente, es dar golpes, pero no tienen ni idea de lo complicado que es hacer un simple trino/redoble de triángulo. Además de que, en la percusión, se incluyen muchísimos instrumentos, muchos que se leen en claves diferentes entre sí, y hay que saber tocarlos todos. En resumen unos 3 ó 4 años son necesarios para que un percusionista se sienta cómodo con sus instrumentos”. Le preguntamos, como a los demás, si es capaz de interpretar exactamente, sintiendo la misma alegría, tristeza, amor, odio o lo que sugiera el autor de la pieza que interpreta. Nos contesta que suele ser  sencillo saber lo que intenta transmitir el autor al escuchar una obra, pero no tan sencillo poder meterse en su piel e interpretar el papel con el mismo sentimiento. “Personalmente, yo soy una persona que se emociona muchísimo al escuchar algunas obras y mucho más al interpretarlas y pongo todo mi corazón al hacerlo”.


Cristina, tocando los timbales. Al fondo, su padre, saxofonista.
 
Hace poco, la Banda de Colmenar, Cristina tocó “El Misteri del Foc”, de Ferrer Ferrán. Según Cristina “es la más complicada y elaborada que hemos tocado jamás. Yo quise tocar con toda mi alma el papel de láminas y/o el de timbales, pero me dolió comprobar que me sería imposible debido al altísimo nivel técnico que se requería para ello. Aunque acabara tocando un papel igualmente increíble, aún me siento decepcionada conmigo misma, cuando escucho la obra y pienso ‘yo debería haber tocado eso’. Ella está convencida de que el secreto para dominar una obra a la perfección está en la dedicación. “Dedicación y sobretodo constancia. Uno se ‘oxida’ enseguida, si no es constante en su práctica. La percusión, en especial, es uno de esos instrumentos que te lo hará pasar mal si lo has dejado un tiempo abandonado.  Al piano fácilmente le echo una hora algunos días. También depende del día de la semana y de lo ocupada que esté. Sin embargo, este semestre he dejado las clases de percusión y ya no paso por la banda ni mucho menos tan a menudo como antes, por tanto la percusión la tengo muy abandonada. Me es inevitable hacer ritmos con objetos en la vida cotidiana, hacer combinaciones con las manos cuando me aburro y cosas por el estilo pero llevo dos meses sin coger unas baquetas. Al principio, se me hacía muy extraño no estar tocando la percusión cada dos días, y, sin duda, lo echo muchísimo de menos, pero, como todas las rutinas, me he acostumbrado a la falta de actividad musical. En el caso del piano cuando llevo 3 ó 4 días sin tocar, me entran muchas ganas y puedo estar 3 horas de golpe tocando, recuperando tiempo perdido. Con la percusión ya he dicho que lo paso algo mal. Noto la rigidez de los brazos y me falta soltura para leer. Con el piano, sin embargo, suele sucederme al revés, ya que muchas de las obras me las sé de memoria y, cuando llevo mucho tiempo sin ‘desahogarme’, los sentimientos se acumulan y, al sentarme a tocar, cuido mucho los matices y fraseos, le pongo mucho sentimiento y las obras suenan mejor y menos ‘manoseadas’”. Cristina confiesa que no podría vivir sin la música. “Eso lo tengo muy claro. Llevo dos meses sin tocar y creo que es el tiempo que más llevo sin hacerlo desde que empecé con la banda hace ya casi 5 años”. Le preguntamos si ha soñado alguna vez en interpreta algo y nos contesta: “La verdad es que ahora mismo no recuerdo haber soñado nunca algo así, pero no me sorprendería si alguna noche soñase con interpretar en los timbales la 5a de Shostakovich en el Auditorio nacional ja,ja, ja”. Tres cosas se llevaría ella a una isla deshabitada si estuviera condenada a vivir en ella: “Mi reproductor de música con batería inacabable y boli y papel para escribir”.
 

  Federico Moreno García, alias “Kiko”, el mejor trompetista de la banda.
Así es esta banda en la que los instrumentistas varones son, curiosamente, el doble que las hembras. Sus edades oscilan entre los 14 y los 70 años, siendo los más numerosos entre los 17 y los 20 años. La mayoría nacieron en Madrid o en Colmenar. Otros/as son de Alcalá, Valencia, Murcia, Aranda, Andújar, Burgos, Palencia, Cádiz, Extremadura, Lérida, Zamora, Barcelona o Palma de Mallorca. Se da el caso de varios matrimonios con hijos que participan en la banda. El más llamativo es el de una familia al completo: Federico Moreno, toca la trompeta, el hijo mayor, Kiko, también es trompetista (el mejor que ha tenido esta agrupación), el menor tocó hasta hace muy poco el clarinete y la madre de ambos, Eva García Vaquero, es secretaria general de la banda. Paulino, otro padre que toca el saxo barítono, cuenta también con dos hijos igualmente músicos: uno percusionista y el otro trompetista. La mayoría son estudiantes con estudios oficiales en Conservatorios de Música, otros son simples aficionados a la música. Pero no faltan los que se dedican a otras profesiones: profesores de educación, funcionarios, comerciantes, estudiantes de biología, de lenguas modernas… Hay un ingeniero, un estudiante de agronomía, un inspector de educación y doctor en químicas, un ama de casa y ayudante de jardinería, un agente forestal, varios informáticos, una azafata de tren, un economista, una ingeniera agrónoma, un ingeniero informático, un ex empleado de banco, varios jubilados y parados, un ingeniero de telecomunicaciones, un inspector y un conductor de autobuses, un técnico de montaje, un orientador escolar, un ferretero, un linfoterapeuta, un profesor de matemáticas, un periodista… Son algunas de las profesiones de estos músicos, unidos todos ellos por el interés común de disfrutar haciendo música en grupo y difundiéndola bajo la dirección de un director.

 
El 16 de julio del 2012 se celebró el concierto del 25º Aniversario de la Banda Sinfónica de Colmenar Viejo, junto a la Banda de Alcalá de Henares, la Banda Lira de Pozuelo de Alarcón y la Coral de Colmenar Viejo, interpretando, a Tchaikovsky, Obertura 1812 con la Coral de Colmenar Viejo, el Coro de Profesores del IES 'Rosa Chacel', el Coro de la Escuela de Música de Colmenar y las Chicas de Galapagar. La banda celebraba así su mayoría de edad.
 
Domingo Represa, presidente de la Banda, hace la presentación de  La Chiqui Banda.

La Banda cuenta con una Escuela de Música cuyo objetivo es formar músicos para, posteriormente, pasar a la Banda Sinfónica. Doce profesores imparten clases de música y movimiento, solfeo, instrumentos de viento percusión y cuerda (violoncello), a más de 60 alumnos. Durante el periodo de aprendizaje, los alumnos que ya manejan el instrumento son incorporados a la Joven Sinfónica de la Banda para el aprendizaje de la música en conjunto, lectura e interpretación de partituras. Se le llama la Chiqui-Banda. A partir del curso 2007-2008, se decidió ampliar el significado de joven, por lo que toda persona que estudia en la Escuela de la Banda pasa a formar parte de esta agrupación cuyo objetivo es el aprendizaje de la música en conjunto a la vez que se integra, con su estudio instrumental, a la Banda propiamente dicha.
 
 
Carlos Darocas, trompetista y fotógrafo profesional (director de fotovideodigital.es),  es el autor de la mayoría de fotografías de este reportaje

Les ofrecemos, como colofón, cuatro vídeos. El primero, sobre la historia de la música en general.



El segundo, grabado el 26 de marzo de 2011, es sobre el VIIIº Festival de Bandas de Colmenar. La Sinfónica de Colmenar Viejo interpretó Oblivion, de Astor Piazzola. Con la clarinete solista: Beatriz Belloso Muñoz.



A continuación, la Obertura 1812, de Tchaikovsky, ofrecida en el concierto del XXV Aniversario de la Banda Sinfónica de Colmenar Viejo, junto a la Banda de Alcalá de Henares y la Banda Lira de Pozuelo de Alarcón y la Coral de Colmenar Viejo, en la plaza del Pueblo de Colmenar Viejo, el 16 de junio de 2012.

 
 
Y el cuarto, sobre el X Festival de Bandas “Maestro José Guillén”, grabado el 23 de marzo de este año. Banda Sinfónica de Colmenar interpretó Palindromía Flamenca de Antonio Ruda Peco, con el solista saxo soprano, Rafael Sanz, el solista guitarra española, Borja Rosado, y el solista cajón flamenco, Alejandro Fernández.
 


Mañana, continuará: "¡Que suene la banda!" (y 2)