martes, 25 de marzo de 2014

Ante todo, dignidad.

     La deuda, la troika y los recortes, objetivo de las protestas de la marcha.

  La entrada a la calle Génova, blindada con vallado policial ante la concentración en Colón.
Una participante muestra una pancarta reivindicativa.
Dignity–dignité–dignità–kuchikuy–kawsay–wuerde–dignidade–duintasuna–dignitat–waardigheid–dinjitet–годнасць–dostojanstvo–martabat–dínit–reisn–dignidad (...). Una palabra que suena bien en todos los idiomas.

 “Lo fundamental ahora –dijo Willy Toledo en el manifiesto leído al final de la manifestación del sábado sobre la Marcha de la Dignidad– no es sólo la palabra, sino la acción. La acción directa y no violenta. Lo ideal hoy sería sentarnos y no movernos de aquí hasta que el Gobierno dimita… Al Gobierno no le llega nada de esto porque vive apartado del pueblo. Tiene empatía cero con los ciudadanos, trabaja para las grandes fortunas, para las multinacionales y para la Iglesia”. Diego Cañamero, portavoz del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), advierte a los periodistas que el Gobierno “maltrata al pueblo” y que los “maltratadores tienen que ser juzgados”. La organización dice, satisfecha, que a la marcha asistieron entre uno y dos millones y medio de personas.

La Solfónica y el coro surgido con el movimiento 15M, interpretaron Nabucco de Verdi y el Canto a la Libertad de Labordeta. La gente miraba al escenario, cantando o tarareando. Eran las ocho y media de la tarde cuando los antidisturbios entraron en escena y se produjo la primera carga policial. Los agentes irrumpieron en la concentración, avanzaron hasta la mitad de la plaza y ahuyentaron a parte de los manifestantes. La Solfónica dejó de cantar, la gente levantó las manos, los músicos, sus violines y partituras y todos corearon al unísono: “Estas son nuestras armas, estas son nuestras armas” mientras se sonaban, de fondo, los disparos de las pelotas de goma de la policía. La manifestación tenía permiso hasta al menos las nueve de la noche, pero los agentes no quisieron esperar a que terminara, provocando su disolución.

Alguien desde el escenario dijo: “Recordamos a la policía que está interfiriendo un acto totalmente legalizado y exigimos que abandone la plaza, porque está siendo objeto de una agresión ilegal. Estamos concentrados legalmente. Hagan el favor de abandonar inmediatamente la plaza”. Pero los antidisturbios a lo suyo, que no es atender peticiones del público. La gente gritó “fuera” y “vergüenza”. Las mujeres de la Solfónica volvieron a cantar: “Habrá un día en que todos, al levantar la vista, veremos una tierra que ponga libertad”. La manifestación quedó prácticamente disuelta antes de tiempo, con una despedida atropellada. De esta forma, la noticia del día, la de una protesta multitudinaria en reivindicación de la dignidad, se vio empañada en los informativos de radio y de televisión a las nueve de la noche con las  imágenes de las cargas policiales. La periodista Olga Rodrigo, que leyó parte del manifiesto comenta: “En algunas portadas de los diarios de este domingo las Marchas de la Dignidad aparecen recortadas, estigmatizadas o ninguneadas. Mientras, una muerte que aún no se había producido, ha acaparado más atención que las marchas. El discurso dominante se muestra más preocupado por la restricción del uso del coche en día de manifestación que por los seis millones de parados y los tres millones de niños en riesgo de pobreza. Importan más las marquesinas y los contenedores de las calles que el medio millón de desahucios y las personas amenazadas con perder su casa. El periodismo lleva una extraña deriva”.
 

    Así lucía la Plaza de Colón de Madrid al final de la Marcha por la Dignidad

 
 

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