sábado, 20 de septiembre de 2014

La casita de Edith Macefield.

Edith Macefield
 

 
¿En los EEUU, quién no oído hablar alguna vez de Edith Macefield? Se trata de la mujer de 84 años que siempre se negó a vender su casita. Los contratistas tuvieron que alterar el plan de construcción de un centro comercial en Seattle, Washington, que ahora rodea la pequeña casa de Edith. Y, gracias a esta hazaña, Edith se convirtió en una especie de heroína. Su gesto se parece al del anciano propietario de la película animada de Pixar, UP. (Hay quien dice que  la película podría estar inspirada en esa historia).

La historia de Edith Macefield se hizo pública por primera vez en 2006, cuando se negó a cambiarse de casa para que se pudiera construir el centro comercial en el barrio Ballard. Cuando se le preguntó el por qué de su negativa, respondió: “¿Y a dónde puedo ir? Yo no tengo familia y esta es mi casa. Mi madre murió aquí, en este mismo sofá. Regresé a Estados Unidos desde Inglaterra para cuidar de ella. Me hizo prometer que la iba a dejar morir en ella y no en una residencia. Y es aquí donde yo también me quiero morir. Justo en mi propia casa. En este sofá”.

En ese tiempo, los constructores le ofrecieron 750,000 dólares por su pequeña mansión, valorizada en 120.000 dólares. Al rechazar la oferta, siguieron con el proyecto. El centro comercial rodeó su casa por tres lados. Los arquitectos diseñaron el edificio de tal forma que si Macefield, en algún momento, decidía mudarse, ellos fácilmente pudieran incorporar el espacio donde estaba su casa. Los constructores incrementaron su oferta a 1 millón de dólares, además de ofrecerle un hogar similar y pagarle el servicio de salud. Pero, de nuevo, Edith rechazó la oferta.

La prensa dio a conocer esta historia de David y Goliat, la ancianita Edith Macefield versus los grandes y malos constructores. Lentamente, Macefield se encariñó con algunos trabajadores del proyecto, especialmente Barry Martin, el superintendente del proyecto quien la visitaba ocasionalmente y le dejaba tarjetas de presentación. Martin aprendió que ella no estaba molesta por la forma en que la comunidad estaba cambiando. Descubrió que se trataba de una ávida lectora que le gustaba hablar sobre libros leídos, escuchar música antigua (opera y música de grandes bandas) y mirar películas antiguas. Se enteró de que había publicado un libro de ficción de 1.138 páginas titulado, “Where yesterday began” (Donde el ayer comenzó). Claro que había pagado para que se publicara, en 1994, bajo el nombre de “Domilini”. Ella le contó historias sobre su pasado que él encontraba difíciles de creer. Por ejemplo, que había sido una espía para los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, y que había pasado un tiempo en el campo de concentración alemán de Dachau. Que había cuidado un número de huérfanos de la guerra en Inglaterra con su entonces esposo, James Macefield. Que, además, tocaba el saxofón y el clarinete con Tommy y Jimmy Dorsey y que Benny Goodman era su primo.

Barry Martin cuidó de ella y la llevó al hospital después de le diagnosticaran cáncer de páncreas. Y aunque todos los medios querían hablar con ella, Edith no permitió que se le acercaran. Sólo Martir a quien contaba historias sobre su pasado. Desde que Edith falleció, el 15 de junio del 2008, su casa fue remodelada, sus paredes y ventanas fueron reemplazadas y existen planes de crear una plaza pública en memoria de la integridad y la valentía de Edith. Hoy, su casita sigue tapiada, convertida en un símbolo. Y Barry Martin escribió un libro sobre su experiencia con ella (Bajo un solo techo).

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